SEAMOS PARA LA PROPIA FAMILIA Y PARA LOS DEMÁS GESTO Y PALABRA

Fiesta Sagrada Familia. Reflexión Compartida

General - Comunidades Eclesiales27/12/2020 Mario Daniel Fregenal
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Estamos celebrando este domingo a la Sagrada Familia de Nazaret. En el evangelio de hoy los contemplamos pobres, agradecidos, sorprendidos y fieles. El papá: un varón justo y valiente a quien el Papa Francisco nos invita a honrar durante todo este año; la mamá: la joven más entrañablemente buena, cuyo corazón enamoró al Padre Dios; el pequeño hijo de ambos fue al nacer la alegría de pastores, paganos y -hoy- ancianos. Entonces, si es buena noticia para los pobres, claramente es el enviado del Padre Dios para salvarnos; por lo tanto, esta familia es sagrada y tiene mucho para contarnos.

Hoy, guiados como siempre por el Espíritu Santo que busca hacer nuevo todo, se dirigen al Templo para cumplir con lo establecido por la ley (cinco veces aparece “Ley” en nuestro texto). Quieren ser fieles a lo que Dios les pide, a su voluntad, y por eso suben a Jerusalén. Cuando hay sinceros deseos de cumplir lo que Dios quiere y se está abierto a su novedad, Dios irrumpe y sorprende. ¡Qué buena noticia para nuestras familias! María y José, tanto por el censo como ahora por el cumplimiento con lo instituido por la ley, experimentan la manifestación sorprendente de Dios que irrumpe en sus vidas. “estaban admirados por lo que oían decir de él”. Lo instituido se hace novedad, la ley y sus ritos, por la acción del Espíritu Santo, se vuelven nuevos y reveladores de Dios. Así nuestras liturgias, pero también nuestras familias, con sus ritos, fechas, lugares; también estos días de fiesta, de mesa compartida, de reunión; con sus tradiciones, sus historias, sus instituciones, si realmente se dejan conducir por la novedad del Espíritu de Dios y están abiertos a dejarse sorprender por lo que hay de divino en el corazón del otro, experimentan la irrupción de Dios que renueva todo, recrea, nos hace nuevos.

A la luz de los ancianos que aparecen en el evangelio de hoy, y siempre pensando en nuestras familias, detengámonos en sus rasgos. Lucas describe a Simeón por lo interior: era justo y piadoso, el Espíritu de Dios estaba con él y esperaba. Podemos pensar y aprender de Simeón la importancia de la vida del Espíritu en cada uno de nosotros y en nuestras familias. En su ancianidad él seguía esperando, ¿Cómo hacemos, en este tiempo de pandemia, para cuidar la esperanza y la fe que Dios sembró en cada uno de nosotros? Simeón le revela a esta familia la importancia del niño. ¡Qué necesario es anunciarnos mutuamente a Jesús! Cuidar nuestra interioridad como sagrario donde habita su Espíritu.

Ana, en cambio, es descrita por lo exterior: su familia, su condición de viuda, su edad, que estaba permanentemente en el templo y realizaba ayunos y oraciones; si bien Lucas lo calla, ciertamente sus prácticas eran expresión de su interioridad. Lo de adentro -nuestra espiritualidad cuando es sincera- se tiene que notar, tiene que expresarse en ritos y prácticas que celebran que Dios está con nosotros, y en anuncio. “hablaba acerca del niño a todos”. Que Simeón y Ana nos ayuden a que todo lo que hagamos sea expresión de lo que somos. Que nuestro interior, sabiéndose habitado por Dios, se manifieste en servicio y anuncio. Que seamos para la propia familia y para los demás gesto y palabra. ¿Acaso no es en la familia donde nos cuesta más decirnos cuánto nos queremos, expresarnos lo que sentimos interiormente? Simeón realiza el  hermoso gesto de tomar en brazos un pequeño de 8 días. Ana cuenta, dice, habla, anuncia, utiliza la palabra para expresar lo más lindo que le pasó. Que el gesto de él y la palabra de ella, nos inviten a que en cada familia no ahorremos ni gestos ni palabras para decirnos lo bello que es tenernos y estar juntos, y con Jesús en medio nuestro.

Por último, Simeón predice que Jesús “será, causa de caída y elevación y signo de contradicción”. ¡Vaya que es signo de contradicción que el enviado del Padre, el Dios eterno y creador de todo, naciera postergado, sin lugar, entre despreciados pastores, paganos y en un pueblo pequeño! La lógica de Dios no es la nuestra. María bien lo sabe en lo profundo de su corazón y así lo cantó en el Magnificat: Dios derriba a los poderosos y eleva a los humildes. Nuestro Dios es subversivo, quiere subvertir las cosas: los primeros, últimos y los últimos, primeros. ¿Hay mayor signo de contradicción para esta sociedad individualista y consumista que un niño que nace en la más absoluta pobreza para hacernos hermanos y hermanas? Desde Belén nadie se puede desentender de nadie. 

Pidamos que nuestras familias, iglesias domésticas, sean parte de esta gran familia humana en donde todos somos hermanos y hermanas; para que como Iglesia seamos signo de contradicción en este mundo que busca la división. Que cuidemos nuestra interioridad para que seamos más anunciadores, serviciales y solidarios; y que en cada familia podamos decirnos más las cosas lindas que a veces suponemos y nos las expresemos con gestos de profundo cariño, siempre abiertos a la novedad del Espíritu que hace nuevas todas las cosas.

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