
...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.
Según Jesús, solo hay una manera de «ser humano»... ven al necesitado...como el samaritano, que camina por la vida con los ojos y el corazón bien abiertos para detenerse ante quien puede necesitar su ayuda.
General - Comunidades Eclesiales13/07/2025
José Antonio Pagola
SIN RODEOS
No es necesario un análisis muy profundo para descubrir las actitudes de autodefensa, recelo y evasión que adoptamos ante las personas que pueden turbar nuestra tranquilidad. Cuántos rodeos para evitar a quienes nos resultan molestos o incómodos. Cómo apresuramos el paso para no dejarnos alcanzar por quienes nos agobian con sus problemas, penas y sinsabores.
Se diría que vivimos en actitud de guardia permanente ante quien puede amenazar nuestra felicidad. Y, cuando no encontramos otra manera mejor de justificar nuestra huida ante personas que nos necesitan, siempre podemos recurrir al hecho de que «estamos muy ocupados».
Qué actualidad cobra la «parábola del samaritano» en esta sociedad de hombres y mujeres que corren cada uno a sus ocupaciones, se agitan tras sus propios intereses y gritan cada uno sus propias reivindicaciones.
Según Jesús, solo hay una manera de «ser humano». Y no es la del sacerdote o el levita, que ven al necesitado y «dan un rodeo» para seguir su camino, sino la del samaritano, que camina por la vida con los ojos y el corazón bien abiertos para detenerse ante quien puede necesitar su ayuda.
Cuando escuchamos sinceramente las palabras de Jesús, sabemos que nos está llamando –a pasar de la hostilidad– a la hospitalidad. Sabemos que nos urge a vivir de otra manera, creando en nuestra vida un espacio más amplio para quienes nos necesitan. No podemos escondernos detrás de «nuestras ocupaciones» ni refugiarnos en hermosas teorías.
Quien ha comprendido la fraternidad cristiana sabe que todos somos «compañeros de viaje» que compartimos la misma condición de seres frágiles que nos necesitamos unos a otros. Quien vive atento al hermano necesitado que encuentra en su camino descubre un gusto nuevo a la vida. Según Jesús, «heredará vida eterna».

...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.

Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura.

"La familia es el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Es allí donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos",

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas.

...nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Esta parábola es la crítica más implacable de Jesús a la indiferencia ante el sufrimiento del hermano.

...nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas.

"La familia es el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Es allí donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos",

Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura.

...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.