
La vida nueva en el Espíritu no significa únicamente vida interior de piedad y oración.
La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo, enfrentado al estilo de vida que brota de la mentira y el egoísmo.
Jesús es el que se hace presente en medio de la noche de dudas de sus discípulos e insiste, una y otra vez, en vencer sus resistencias a creer, iluminándolos.
General - Comunidades Eclesiales17/04/2021 Mario Daniel FregenalEn la Vigilia de Pascua, mientras la luz del cirio recién encendido vencía la noche, el pregón pascual cantaba: ‘La vida y la muerte se enfrentaron en un duelo admirable’. Podemos leer el evangelio de hoy como una lucha, un combate, un enfrentamiento entre Jesús, que no se cansa de venir a nuestro encuentro, y nuestras resistencias a creer. El duelo admirable entre la vida y la muerte también se desata dentro nuestro, y lo vemos en el evangelio: por un lado Jesús que intenta que nosotros creamos y amemos, y por el otro lado nuestras incredulidades y egoísmos.
Hay una conveniente constante en los relatos de resurrección: creer en el resucitado cuesta, es todo un proceso. Así lo vivieron sus amigos que compartieron la vida con Él. Por lo tanto, también nuestra experiencia personal de dudas, incertidumbres, miedos, oscuridades, desencuentros, incluso los sentimientos que dificultan el creer tienen lugar en este camino de la fe. Les pasó a quienes conocieron y tuvieron la experiencia del resucitado en aquel tiempo, Y nos pasa a quienes lo conocemos y hacemos experiencia de su encuentro hoy; y más al transitar esta pandemia.
Ahora bien, ¿Qué hace el resucitado?, ¿Cómo se comporta con nuestras dudas y procesos?, ¿condena a los incrédulos y canoniza a los que creen? ¡Nada de eso! Se interesa por las vidas e interrogantes de sus amigos, por lo que los turba e inquieta. También nos pregunta hoy a cada uno de nosotros: “¿por qué están turbados?, ¿por qué dudan?”. E insiste una y otra vez, batallando contra nuestra falta de fe: “Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos... ¿tienen algo para comer?”. A lo largo de todo el evangelio de hoy Jesús se obstina en la ardua misión de vencer la incredulidad de sus discípulos: presentándose en medio de ellos, invitándolos a reflexionar que los fantasmas no son así, mostrándose, invitándolos a tocarlo, realizando el gesto sencillo de comer, como tantas veces compartieron el pan y el pescado.
“Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender”. Esta frase puede ser el resumen de todo el evangelio de hoy. Jesús es el que se hace presente en medio de la noche de dudas de sus discípulos e insiste una y otra vez en vencer sus resistencias a creer, iluminándolos.
La fe es un don que debemos cuidar, por eso siempre pedimos a Jesús que nos abra el corazón, la inteligencia, los ojos, los sentidos para reconocerlo a nuestro lado. De hecho, se ve que le importan en demasía nuestras dudas y miedos, porque él ama acompañar nuestro proceso de creer para vivir, para poder caminar tras sus pasos de Vida plena y abundante. Jesús, que todo el tiempo nos buscás, dános la luz de la fe para poder encontrarte y recibir tu paz:
cuando caminás con nosotros aunque vayamos en dirección equivocada, con tal de hacernos volver;
cuando preguntás y te interesás por nuestras vidas, búsquedas y frustraciones, y escuchás pacientemente antes de hablar;
cuando frenas tu marcha, postergas obligaciones y planes para quedarte con nosotros;
en esa manera tan generosa de partirnos y compartirnos el pan;
cuando nos haces arder el corazón para amar, anunciarte y servir;
cuando nos anunciás la paz que brota de sabernos en las manos buenas del Padre;
cuando te apersonás en el herido y llagado que encuentro al costado del camino (ni resucitado renunciaste a tus llagas).
En las manos que bendicen y acarician, y los pies que acortan distancias y acercan.
En los gestos sencillos como la comida compartida entre amigos.
También en los que huyeron de la comunidad pero retornan a contar su testimonio de encuentro.
En medio de la comunidad reunida que comparte su propia experiencia de Dios.
En toda entrega por amor, con sus heridas y llagas, que evidencian que queremos amar como Vos.
En las escrituras interpretadas siempre desde Vos.
En la lectura creyente de la historia, hecha con ojos de discípulos y discípulas.
Gracias, Jesús, por tanta paciencia para con nuestros ritmos lentos. Abrinos siempre el corazón para descubrirte cercano, a nuestro lado irrenunciablemente, terco en buscarnos para creer y amar. Encendénos, Señor. Amén.
La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo, enfrentado al estilo de vida que brota de la mentira y el egoísmo.
Bendecir es aprender a vivir desde una actitud básica de amor a la vida y a las personas. El que bendice vacía su corazón de otras actitudes poco sanas como la agresividad, el miedo, la hostilidad o la indiferencia.
El cristiano está llamado también a vivir sanando esta cultura. No es lo mismo ganar dinero sin escrúpulo alguno que desempeñar honradamente un servicio público, ni es igual dar gritos a favor del terrorismo que defender los derechos de cada persona.
Una comunidad basada en la «amistad cristiana» enriquecería y transformaría hoy a la Iglesia de Jesús. La amistad promueve lo que nos une, no lo que nos diferencia. Entre amigos se cultiva la igualdad, la reciprocidad y el apoyo mutuo.
Jesús no impone nada. No fuerza a nadie. Llama a cada uno «por su nombre». Para él no hay masas. Cada uno tiene nombre y rostro propios.
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
"...vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia".
El cristiano está llamado también a vivir sanando esta cultura. No es lo mismo ganar dinero sin escrúpulo alguno que desempeñar honradamente un servicio público, ni es igual dar gritos a favor del terrorismo que defender los derechos de cada persona.
Sólo un amor comprometido como fuerza lógica y mancomunada puede contrarrestar la sin-razón de un proyecto odio-violencia.
Bendecir es aprender a vivir desde una actitud básica de amor a la vida y a las personas. El que bendice vacía su corazón de otras actitudes poco sanas como la agresividad, el miedo, la hostilidad o la indiferencia.
La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo, enfrentado al estilo de vida que brota de la mentira y el egoísmo.