
Estamos llamados a actualizar hoy el eterno diálogo de Dios con el ser humano.
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
Ayudanos, Jesús, a superar nuestro egoísmo, a alimentarnos de Vos para renovar nuestro entusiasmo de seguirte en la hermosa misión de ser vos para los demás, de hacernos pan, de dejarnos comer poniendo el cuerpo, involucrándonos.
General - Comunidades Eclesiales19/06/2022En la Solemnidad de Corpus Christi celebramos a Jesús presente en la Eucaristía, alimento para nuestra debilidad, fortaleza para la misión. Es la fiesta de cada uno de nosotros, discípulas y discípulos de Jesús, que intentamos pasar largo rato con Él, hacernos cargo del hambre de los demás y dejarnos comer, como Él.
Leímos en el evangelio, conocido como la multiplicación de los panes según san Lucas, que Jesús pasó todo el día enseñando y sanando, hasta el atardecer. “Al caer la tarde...”. “el día comenzó a declinar”, y con él las fuerzas. Jesús y su comunidad, están en un lugar desierto con gente necesitada y hambrienta. Hoy también hay oscuridades, hambre, pocas fuerzas y ganas de luchar, deseos de seguir a Jesús y escuchar su palabra, la única que sacia nuestras ansias de infinito. Que podamos ser esa Iglesia que continúa la misión del Señor, haciendo visible y cercano el reinado de Dios en nuestra historia; que anuncie la buena noticia de Jesús de un modo significativo, que haga pasar el tiempo volando.
Jesús, que cuando el día y las fuerzas declinen recurramos a vos; que cuando la oscuridad amenace, nos acerquemos a tu luz; que cuando el hambre nos aceche, encontremos en vos y en tu comunidad el alimento que sacia nuestra hambre más profunda y que nos invita a compartir, para combatir las necesidades materiales de tantos hermanos y hermanas. ¡Sólo con vos podemos, Jesús! ¡Sos tanto pan y tan poco te compartimos!
Queremos ser esa Iglesia habitada por Vos, en la que toda noche se ilumina, toda hambre se alimenta y sacia, todo dolor se consuela, toda soledad se hace abrazo y amparo, toda multitud se hace persona y nombre propio, todo desierto se hace fiesta y reino.
“Los doce le dijeron: despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”. Me gusta que son ellos los que toman la iniciativa, se interesan por la gente, piden a Jesús por ella, y en esto hasta podemos pensar que van aprendiendo de a poco sus modos, su compasión. Sin embargo Jesús los desafía a que pasen de la preocupación a la acción. ¡Qué hermosa enseñanza para nosotros, que también nos preocupan tantas cosas, tantas hambres; pero nos cuesta hacer algo!
¡Cuántas veces a los doce les habrá pasado lo mismo! Escuchando a Jesús el día se les pasó volando y hasta se olvidaron del hambre. Ellos mismos eran testigos que, compartiendo lo que había, y con Jesús en medio de ellos, alcanza y sobra. Todo pasa por cambiar la lógica, por comprometernos y hacernos cargo. Dejar de pensar en la “tentación” del pan para mí, y pasar a involucrarnos por el pan para todas y todos, del “Padre nuestro”. Cuando eso sucede, el milagro está asegurado. Testigos de ello son comedores, comidas a la canasta, misiones, centros barriales, noches de la caridad, cottolengos, colectas juveniles a través de las redes sociales, y tantas iniciativas donde nos animamos a compartir lo que somos y lo que tenemos. Debemos confiar en Jesús que acompaña siempre nuestra misión, pero también en el pueblo que, experimentando a Jesús en medio y su proyecto de vida compartida, ofrece generosamente lo que tiene.
Ayudanos Jesús a pasar de la preocupación, a la compasión que toma partido y se involucra.
“Denles de comer ustedes mismos... sobraron doce canastas”. Una vez que Jesús bendice los panes y los peces, “los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud”. ¿No es una hermosa imagen de Iglesia? ¿No refleja lo que hacemos cada uno desde nuestro lugar y todos como comunidad? Efectivamente los que dan de comer son los discípulos, pero lo hacen gracias a Jesús. Él sigue queriendo alimentar a su pueblo a través nuestro, de su comunidad, de sus discípulas y discípulos. El toma en sus manos nuestras preocupaciones y las transforma en acción; nuestros intentos y los hace fuerza de cambio y transformación; nuestros escasos panes y peces en alimento y fiesta de miles. Estamos llamados a confiar en quien nos llamó y en su pueblo, para seguir saciando todo tipo de hambre; a caminar tras los pasos de quién llena todas nuestras ansias; a hacernos pan partido y dejarnos comer, como Él. Para eso debemos involucrarnos, ser misión, poner el cuerpo.
En esta Solemnidad de Corpus, ayudanos, Jesús, a superar nuestro egoísmo, a alimentarnos de Vos para renovar nuestro entusiasmo de seguirte en la hermosa misión de ser vos para los demás, de hacernos pan, de dejarnos comer poniendo el cuerpo, involucrándonos.
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
Los pequeños abusos que podamos padecer, las injusticias, rechazos o incomprensiones que podamos sufrir, son heridas que un día cicatrizarán para siempre. Hemos de aprender a mirar con más fe las cicatrices del Resucitado.
Dejemos que Jesús camine esta semana santa junto a nosotros, hagamos que nuestra Jerusalén se transforme en espacio de Salvació.
Para adorar el misterio de un «Dios crucificado» no basta celebrar la Semana Santa; es necesario además acercarnos más a los crucificados, semana tras semana.
¿Quién nos enseñará a mirar hoy a la mujer con los ojos de Jesús?, ¿quién introducirá en la Iglesia y en la sociedad la verdad, la justicia y la defensa de la mujer al estilo de Jesús?
Hoy a quienes viven lejos de él y comienzan a verse como «perdidos» en medio de la vida.
Hay lugar cierto para el amor político. Hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que levantan y rehabilitan al caído para que el bien sea común.
Los pequeños abusos que podamos padecer, las injusticias, rechazos o incomprensiones que podamos sufrir, son heridas que un día cicatrizarán para siempre. Hemos de aprender a mirar con más fe las cicatrices del Resucitado.
Es esta alegría la que debe caracterizar nuestro modo de proceder para que sea eclesial, inculturado, pobre, servicial, libre de toda ambición mundana".
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
“El pontificado de Francisco, señaló su eminencia Cardenal Rossi, fue un pontificado gestual, porque con sus palabras, pero sobre todo con sus gestos, nos hizo saber que otro mundo es posible",