La tentación forma parte de nuestro peregrinar

En Él, podremos vencer con su gracia toda tentación y seremos más hijos e hijas suyos, más libres y felices.

General - Comunidades Eclesiales26/02/2023Mario Daniel FregenalMario Daniel Fregenal
Centrarnos en Jesús

Cada año, el primer domingo de Cuaresma, leemos el evangelio de las tentaciones. “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado”. Si uno toma el evangelio y busca qué es lo anterior en la vida de Jesús, se encontrará con el bautismo. Las tentaciones están inmediatamente a continuación de su bautismo, por eso se destaca la acción del Espíritu Santo. Jesús, lleno del Espíritu, es llevado por éste al desierto. El Hijo amado del Padre, en quien Éste se complace, es tentado, como nosotros. 

Al iniciar nuestro camino hacia la Pascua, nos hará bien recordar que la tentación forma parte de nuestro peregrinar. El bautizado Jesús es inmediatamente tentado. Por tanto, la tentación es parte del camino, nos muerde de comienzo a final y el tentador busca que traicionemos lo más lindo que tenemos para ofrecer, que nos alejemos de nuestro ser misión. Y creo que la imagen del desierto nos puede ayudar a “volver a Dios”; porque en el desierto cobra valor lo cotidiano, todo se destaca en medio de la nada, la flor pequeña, que en un jardín hubiera pasado desapercibida, al costado del camino desértico es vista con justicia en toda su belleza; la vegetación que se empeña en crecer entre las piedras, se vuelve milagro; el agua se torna sagrada por la escasez; el pan, de tanta hambre, se vuelve angustiosamente necesario; la palabra en el silencio adquiere profundidad, y el estar solo hace que añore la comunicación, la palabra que es bendición, la cercanía de alguien.

En este primer domingo de cuaresma, adentrémonos al desierto que nos hace centrarnos en lo vital, ese que le da valor al gesto cotidiano, a la palabra, al saludo, al pan compartido, al tener un techo, a la familia, a los amigos; ese que pierde tiempo contemplando la belleza de la flor, jugando con el niño que crece, deteniéndonos en el anciano que quiere ser escuchado. Despojémonos de todo lo que nos aleja de lo esencial de la vida y valoremos agradecidamente cada detalle, cada milagro cotidiano.

Que podamos también centrar nuestra vida en la Palabra de Dios, pero escuchada con Jesús, Palabra definitiva del Padre. Porque, de lo contrario, puedo parcializar la Palabra y quedarme con lo que no es tan importante. El tentador, ese que quiere engañarnos y que seamos menos discípulos, tienta con astucia a Jesús, lo hace utilizando la Palabra de Dios: “Tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles... -Jesús le respondió: ‘También está escrito: No tentarás al Señor’”. Muchas veces se puede mutilar la palabra y su mensaje para afirmar una idea personal, de un grupo; para defender intereses mezquinos. ¡La Biblia es Palabra de Dios porque expresa la acción de Dios en medio de un pueblo, cuya vida padece injusticias, sufrimientos, opresión; como también, alegrías, gratitud y todo tipo de sentimientos! Jesús bien sabía lo que estaba escrito, pero también sentía en su corazón cuál era el sentido profundo de esa Palabra. Recordemos, si no, el domingo pasado y su reintepretación de la ley.

A la luz de todo esto, ¡Es imperiosamente necesario entrar en la relación amorosa de Jesús y su Padre! Nuestro camino como discípulos y discípulas encuentra allí el lugar correcto de escucha de la Palabra, al ‘ladito’ de Jesús, cerquita de su corazón que escucha, discierne y ama a Dios y a los pobres. Si soy cada día más hijo, más discípulo, por más que me digan: ‘tu papá dijo esto... tu maestro enseñó tal cosa’, yo lo conozco bien y sé que su Palabra es amorosa y busca lo mejor para el ser humano, ‘es Papá, es nuestro Jesús, yo lo conozco y sé bien cuáles son sus acentos y qué ama con profundidad’. 

El diablo tienta a Jesús con la Palabra de Dios, pero Jesús, sentía hondamente cuál es el sentido verdadero y profundo de esa Palabra de Vida que alimenta. Por tanto, no se trata de saberse citas para cada momento de la vida, sino de abrazar a Jesús, Palabra del Padre, y juntos escuchar la Palabra.

Que en esta cuaresma podamos escuchar más la palabra, con corazón de discípulo, es decir cerquita de nuestro Maestro.

Por todo esto, pidamos con el salmo y la primera lectura un corazón nuevo, puro, recreado. Ese corazón puro y nuevo, modelado por el Padre, experimenta la alegría del Dios-con-nosotros, del salvador, de Jesús, compañero de camino; y lo expresa, sobre todo en este tiempo de cuaresma, en alabanza y pan compartido. Dios nos modeló de barro y nos dio su aliento de vida, ¡Tanta poesía en una sola imagen! Este corazón nuestro, en el que Dios se embarró las manos y sopló su mismo Espíritu, tiene todo para vencer la tentación y cantar su presencia insistente a nuestro lado.

Que en este hermoso peregrinaje hacia la Pascua, pongamos en las manos buenas del Padre nuestro corazón para que sane lo herido, moldee lo que se rompió y recree lo muerto. Sólo de ese modo, en sus manos y centrándonos en Él, podremos vencer con su gracia toda tentación y seremos más hijos e hijas suyos, más libres y felices. Que, además, nos propongamos escuchar más la Palabra, ‘sentaditos’ al lado del Maestro, como veníamos haciendo los domingos anteriores en el monte de las bienaventuranzas. Y así, en ‘modo desierto’, valoremos la eternidad de lo pequeño de todos los días.

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