Para encontrar sentido como lo hizo Jesús, caminemos a Jerusalén.

Dejemos que Jesús camine esta semana santa junto a nosotros, hagamos que nuestra Jerusalén se transforme en espacio de Salvació.

General - Comunidades Eclesiales13/04/2025 Franco Reynaga
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Cada semana santa siempre viene para acompañarnos y dejarnos interpelar una vez más, con el ejemplo de entrega de Jesús. Una vez más, nos volvemos a introducir en la historia que los relatos de los evangelios nos ayudan a hacer vida de aquel suceso de Jesús Nazathet. 

Todo comienzo siempre tiene algo de triunfante, glorioso, apasionante que desafía el clamor de la realidad y que muchas veces exageramos detalles, personajes, títulos y demás elementos de una historia. Jesús ingresa a Jerusalén, todos esperaban que sea alguien que los libere, todos esperaban a alguien que vaya como transformador de los sucesos de desigualdad que había y que existía. Allí se encuentra Jesús, montado en un borrico o burro, algo que ya denota un detalle no menor de la historia, sino que delata la sobriedad de la persona de Jesús.

Es en la misma ciudad que Jesús llora al verla, es la de la historia de la salvación de muchos. Jerusalén era la ciudad a la que Jesús fue llevado como un niño, para ser presentado en el Templo (Lucas 2:22) y para asistir a las fiestas (Lucas 2:41). La Jerusalén es la ciudad que habitan no solo las desigualdades de muchos, sino la de muchas personas que se constituyen personajes claves para la vida de Jesús. Muchos lo aclaman, lo alaban, golpean sus manos, son expresión de victoria, de alegría, como quien da la bienvenida a la solución máxima.

La Jerusalén es el espacio físico donde Jesús ingresa para vivir el acto de consumación más grande no sólo por amor como siempre lo podemos decir y como nos han enseñado, sino más bien, es el signo por el cual le da sentido al mismo Jesús.

Me detengo en tres elementos que podemos pensar en este tiempo que comenzamos a vivir y sentir nuestra semana santa. 

La primera es que hoy Jesús nos invita a repensar cuales son nuestras Jerusalén de nuestra propia vida personal o comunitaria, cuales son aquellos lugares en donde debemos pensar que pasa hoy nuestra entrega, nuestras tentaciones, pero también donde podemos encontrar a nuestros negadores o traidores, en fin, pensar cuales son eso lugares donde queremos que se re -transforme para poder seguir en la clave del amor.

Una segunda es pensar cuales son los que “nos aplauden”, un detalle importante de la entrada de Jesús a Jerusalén es que, los mismos que lo reciben con alegría, son los mismos que estarán en la camino a la cruz, esto nos permite pasar por el corazón que la entrega de la semana santa, no pasa por hacer justicia por mano propia, sino que, aún desde lo que miramos desde el sinsabor de sentirnos muchas veces traicionados, estamos llamados a repensar nuestra vida en clave de salvación, esta experiencia, es tomar el sentido que ahí vamos reconociendo lo que Jesús nos dice en su palabra, ámense los unos a los otros, como lo he amado, en fin, lo último, siempre será el amor lo que nos salvará. 

Y un tercer elemento, es mirar nuestra historia como historia de salvación. Jesús resignifica su camino a la cruz, tomándola no como castigo humano, sino como historia para llegar al padre, pero desde la clave de la salvación. De esta manera podremos pensar y pasar por el corazón, todo lo que nos pasa o nos sucede, de mayor o menor talante, lo que puede ser difícil, doloroso o confuso, Dios se vale de todo eso, para escribir en nuestra vida personal como historia de salvación.

Dejemos que Jesús camine esta semana santa junto a nosotros, hagamos que nuestra Jerusalén se transforme en espacio de Salvación, no solo con los que nos aplauden o nos dicen cosas lindas, sino con todos los personajes que se acercan como lo hicieron en Jerusalén, para que podamos expresar con fuerza el valor y el sentido de una vida nueva en la Pascua.

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