
Para encontrar sentido como lo hizo Jesús, caminemos a Jerusalén.
Dejemos que Jesús camine esta semana santa junto a nosotros, hagamos que nuestra Jerusalén se transforme en espacio de Salvació.
Dejemos que Jesús camine esta semana santa junto a nosotros, hagamos que nuestra Jerusalén se transforme en espacio de Salvació.
Para adorar el misterio de un «Dios crucificado» no basta celebrar la Semana Santa; es necesario además acercarnos más a los crucificados, semana tras semana.
Jesús no es un suicida. No busca la crucifixión. Nunca quiso el sufrimiento ni para los demás ni para él.
Le pedimos a Dios que su Espíritu nos ayude a abrir el corazón y nuestro hogar, nuestra cotidianeidad, la vida de nuestras familias, para que Jesús pase a compartir con nosotros y nos ayude a hacernos pan para los demás.
Lo verdaderamente decisivo es orientar nuestra vida a la de Él, que siempre es entregada y por amor. Siempre tenemos que orientar nuestra vida hacia Jesús, direccionar nuestras elecciones desde Él y hacia Él.
El riesgo está en que las sociedades queden entrampadas en un mesiánico debate exclusivo del campo religioso, desechando el campo político, es decir dejando de un lado las luchas por las conquistas de los derechos políticos, económicos y culturales.
Según Jesús, solo hay una manera de «ser humano»... ven al necesitado...como el samaritano, que camina por la vida con los ojos y el corazón bien abiertos para detenerse ante quien puede necesitar su ayuda.
Las vacaciones se convierten en gracia. Tal vez una de las mayores gracias que podemos recibir en medio de nuestra vida tan agitada y nerviosa.
...solo la podemos rezar si vivimos con su Espíritu.
El ser humano no es solo un animal hambriento de placer y bienestar. Está hecho también para cultivar el espíritu, conocer la amistad, experimentar el misterio de lo trascendente, agradecer la vida, vivir la solidaridad.