
Abrirnos a un Dios que busca y desea, lo mejor para nosotros.
Para recuperar caminos hacia él necesitamos aprender a callar. A lo más íntimo de la existencia se llega no cuando vivimos agitados y llenos de miedo, sino cuando hacemos silencio.
…su vida casta no se puede negar, por lo que, tampoco, se puede señalar descendencia alguna de ella.
General - Comunidades Eclesiales12/12/2025 Rubén Oscar Valdez
Aceptar las virtudes y la santidad de Santa Mama Antula, supone reconocer su entrega al servicio pastoral, desde su estado laical, consagrándose a vivir en pobreza, obediencia y castidad, como una “beata”.
Los beaterios fueron espacios eclesiales con cierta independencia de la jerarquía clerical, donde la familiaridad con Dios Padre, permitía una relación esponsal, de entrega absoluta a la divinidad, anticipando la vida celestial.
En el siglo XVIII, la obediencia a la autoridad estaba en un estado de pseudo–sacralización, por lo que, la posible desobediencia se asemejaba a un acto cuasi-pecaminoso. La obediencia a Dios, se profesaba, Mama Antula, lo hizo de manera privada, para vivir en obediencia, pobreza y virginidad.
Las beatas, una comunidad de mujeres al servicio de Dios, sin más reglas que la disposición a servir a los pobres, sosteniendo una espiritualidad de vida secular, con prácticas piadosas y cercanas a la iglesia, que lejos estaba ésta, de ver la vida laical como un discipulado y menos como misioneros, es decir, como un sujeto eclesial, por lo que se las reconocía sin hacerlas partícipes de decisiones eclesiales.
Mama Antula, una mujer de su tiempo, confirma su obediencia, asumiéndose como una pobre mujer, tomando el nombre de María Antonia de San José, su familia particular los Paz y Figueroa, es dejada de lado, asume la familiaridad con el Dios, uno y trino, es una cristiana católica, universal. Viviendo el dolor tras la expulsión de los jesuitas, sostiene su espiritualidad ignaciana, en comunión, sin crear un cisma, sirviendo, ofreciendo, los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. La pobreza vivida por la santa santiagueña, es una entrega confiada en el Dios providente, y a la Virgen de los Dolores, su abadesa.
La entrega generosa de Mama Antula, desde su juventud, fue una opción virginal, propiciando una unión esponsal, con Dios, Nuestro Señor; su vida casta no se puede negar, por lo que, tampoco, se puede señalar descendencia alguna de ella. No se puede, con mezquinas intenciones, afirmar que existen personas descendientes de la Santa Mama Antula, ni de primera ni de octava generación. Su vida casta y pura es inegable.
Seguramente, Santa Mama Antula, fiel a la Palabra de Dios, nos repetiría como y con Jesús: “¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?” (Quién es mi familia?) Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre”. Esta es la familia de Santa María Antonia de San José.

Para recuperar caminos hacia él necesitamos aprender a callar. A lo más íntimo de la existencia se llega no cuando vivimos agitados y llenos de miedo, sino cuando hacemos silencio.

Vivimos el «sueño» de ser cristianos cuando, en realidad, no pocas veces nuestros intereses, actitudes y estilo de vivir no son los de Jesús.

La agonía de Jesús en medio de las burlas y bromas de quienes lo rodean.

Aquella manera de vivir la religión sin acoger la justicia de Dios ni escuchar el clamor de los que sufren es engañosa y perecedera: «Todo eso será destruido».

Se compadece de todos los que no saben o no pueden vivir de manera digna.

No es posible un mundo más fraterno si los ricos no cambian de actitud y aceptan reducir sus bienes en beneficio de los empobrecidos por el actual sistema económico.

Una iniciativa educativa para democratizar los saberes, en equidad e igualdad, en favor del pueblo.

Vivimos el «sueño» de ser cristianos cuando, en realidad, no pocas veces nuestros intereses, actitudes y estilo de vivir no son los de Jesús.

Para recuperar caminos hacia él necesitamos aprender a callar. A lo más íntimo de la existencia se llega no cuando vivimos agitados y llenos de miedo, sino cuando hacemos silencio.

El paternalismo se hace presente cuando los pobres, al ser los beneficiarios de grandes donaciones, corren el peligro de convertirse en un “objeto de fe” para los benefactores políticos y empresariales, haciendo de este un medio para colmar una espiritualidad individualizada por la posmodernidad, vestida de misión o evangelización.

…su vida casta no se puede negar, por lo que, tampoco, se puede señalar descendencia alguna de ella.