"Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa". Jesús

Le pedimos a Dios que su Espíritu nos ayude a abrir el corazón y nuestro hogar, nuestra cotidianeidad, la vida de nuestras familias, para que Jesús pase a compartir con nosotros y nos ayude a hacernos pan para los demás.

General - Comunidades Eclesiales07/04/2023Mario Daniel FregenalMario Daniel Fregenal
Celebrar la Pascua en casa

Iniciamos la Semana Santa con el Domingo de Ramos. En la misa pasamos casi sin escalas, de los iniciales gritos de alegría, a los acontecimientos finales de la lectura de la Pasión de Jesús. Pidamos un corazón de discípulo para poder acercarnos a recibir toda la vida que Jesús nos quiere regalar en esta Pascua.

El corazón de discípulo es el que escucha, el que se deja encender por la Palabra de Vida, el que deja que el Señor despierte su oído, no una vez, sino "cada Mañana", cada día, para llevar consuelo a quienes están tristes, sólos, enojados, alejados, siempre buscando escuchar lo que Dios quiere de nosotros, cómo nos pensó, qué Palabra singular tiene para decir a este mundo con nuestra vida.

Pero, hay que tener bien presente, que nuestro Dios nos toma en serio, no es conformista, como nadie lo es con quien ama. Él quiere nuestra felicidad, que pasa por poner en juego los dones y talentos que Él sembró en nosotros, y para ello hay que entregarse por entero, sin reservas. Desde allí, se entiende el rechazo, la violencia, y todo lo que padece, en la primera lectura, el Siervo sufriente: "El Señor me ha dado una lengua de discípulo para reconfortar". Pero para poder reconfortar como discípulo, previamente tuvo que escuchar discipularmente: "Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como discípulo. El Señor abrío mi oído y yo no me volví atrás". El que reconforta como discípulo es el que escucha a Dios, y lo que Él quiere; y que puede dar ánimo por conocer el dolor, por haberse jugado por ser fiel a sí mismo, por haber sufrido primero, entregándose por entero al Sueño de Dios, y a la propia misión en este mundo. Alejarnos de nuestro ser discípulo, desconocer el lugar que Dios nos regaló, es lo que le sucedió a Pedro al negar a Jesús.

Pidamos iniciar esta Semana Santa, abriendo el corazón a la Palabra de Dios, para que ella nos encienda y transforme en palabra de Vida para este mundo herido; y así poder entrar con Jesús a darlo todo por la humanidad nueva que el Padre sueña.

"Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, díganle: "El Maestro dice: se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos". Casi al comienzo del Evangelio encontramos el envío de Jesús. "A la casa de tal persona", deconocemos su nombre, a diferencia de tantos personas en el evangelio, es un anónimo; pudiendo ser uno de los protagonistas, pasa a la historia como"un tal", como uno que le abrió su casa y su corazón para que Jesús compartiera la comida más importante de su vida -y de las nuestras- con sus amigos. ¡No importa el protagonismos sino la hospitalidad! ¡No importa el nombre o el puesto, sino la disponibilidad para abrirle el corazón a Jesús!

Hoy Jesús nos dice a cada uno: "Se acerca mi hora, voy a tu casa", ¿le abro mi corazón?, ¿lo recibo?.

Este personaje anónimo y decisivo, de corazón grande y hospitalario, ofrece su casa. Jesús esa noche, la más sagrada, donde se lo pudo ver cómo nunca antes; entró y dió inicio a nuestra Eucaristía; a nuestra mesa com-partida. Le pedimos a Dios que su Espíritu nos ayude a abrir el corazón y nuestro hogar, nuestra cotidianeidad, la vida de nuestras familias, para que Jesús pase a compartir con nosotros y nos ayude a hacernos pan para los demás.

Además, pienso que esta persona era amiga de Jesús, se tenían confianza, se conocían de adentro, del corazón, y él sabía qué significaba eso de "su hora". Es lo que le manda a decir Jesús: "díganle simplemente esto, él ya sabe, conoce de qué le hablo, "se acerca mi hora", él entenderá todo". Hay intimidad de amigos en estas palabras, Jesús es así, a todos nos quiere abrir su corazón que sueña y se compromete hasta el extremo. Por eso, pongamos nuestro nombre: "vayan a la casa de Mario, Raúl, Lourdes, etc. porque Jesús hoy, al inicio de esta semana que nos regala, nos dice a nosotros, a cada uno, que no le interesan los protagonistas ni que seamos importantes, él conoce nuestros nombres y lo que nos pasa y lo que lo amamos, por más que nuestro nombre, nuestra historia, sea desconocida por los demás; lo único que espera de nosotros es que queramos abrirle el corazón para que Él se nos vaya revelando y trasnformándonos cada día. ¡Eso es lo realmente decisivo!

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