Bautizados-Discípulos-Misioneros, con nuestros gestos y palabras!

Nos envía de a dos, para que cuando tengamos ganas de bajar los brazos, tengamos algún hermano o hermana que nos recuerde que vamos en su nombre y que Él nunca nos abandona.

General - Comunidades Eclesiales11/07/2021 Mario Daniel Fregenal
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En el evangelio de hoy, Jesús, que había experimentado el rechazo más doloroso, nos envía a la maravillosa misión de hacer lo mismo que Él, e incluso cosas mayores. De hecho, hoy leímos al final del evangelio que sus discípulos: “sanaron a numerosos enfermos”, lo que contrasta con lo que le sucedió a Jesús al final del evangelio del domingo pasado: “no pudo hacer allí ningún milagro”.

La gente que se encuentra con nosotros, bautizados-discípulos-misioneros, con nuestros gestos y palabras, se encuentra con Él. ¡Así nomás! ¡Qué enorme responsabilidad! Somos sus enviados, sus representantes. Muchos en aquella época y en esta no conocieron a Jesús ni se encontraron con él, pero sí con sus discípulos y discípulas, enviados por él. 

Que podamos tomarnos en serio semejante misión. Muchos se encontrarán o no con Jesús gracias a nuestro anuncio, nuestros modos, nuestra audacia para llegar a más, nuestra delicadeza para esperar los tiempos de cada uno. Lo que hagamos o dejemos de hacer, tiene consecuencias enormes en la vida de los demás.

Jesús, en el envío menciona: “... un bastón... calzados con sandalias y una túnica”. Tres elementos que a sus apóstoles inmediatamente los remontaban al Éxodo, al paso de la esclavitud a la libertad. Y es que nuestra misión con Él también es un nuevo Éxodo. Nosotros también marchamos como pueblo en busca de liberación. Liberarnos y liberar a muchos de los innumerables poderes enemigos de la vida. Ser Jesús y liberar: toda nuestra misión.

Siempre a lo largo de toda la historia hubieron y habrán fuerzas opuestas a la vida, a la liberación que Dios quiere traernos. Sea de aquellos a los que no les convienen la libertad de las personas, sino tenerlas esclavizadas de muchas formas; pero también a nosotros mismos nos cuesta vernos libres de tantas esclavitudes que nos llevan a ser menos nosotros, nos alejan del sueño que Dios tiene para cada uno y cada una. El mandato de Jesús para con aquellos que no nos escuchen o no nos reciban es: .“sacudan hasta el polvo de sus pies”. Sacudirnos todo lo que recuerde ese rechazo, que no quede rastro ni registro de que no nos escucharon. De ese modo podremos iniciar la misión libres de todo condicionamiento. Rechazos y oídos sordos siempre encontraremos, pero que eso no nos lleve a bajar los brazos. A Jesús también lo rechazaron, incluso sus mismos vecinos y familiares, pero él siguió adelante, es precisamente eso lo que estamos leyendo hoy. Jesús también se desempolvó del rechazo sufrido el domingo pasado. Si nos queda alguna experiencia poco grata en la misión, si nos queda aunque sea una pizca de polvo de oposición, puede que al otro día salgamos con menos frescura y más a la defensiva. Sacudamos todo recuerdo amargo de hostilidad y continuemos la hermosa misión de ser Jesús. 

“Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos”. Siempre me detuve en el sentido comunitario del envío, nunca en soledad y siempre con otros y otras. Además, dos era el mínimo de representantes para una embajada oficial en nombre de alguien. Sabemos también que el testimonio, para ser creíble, debía ser hecho por dos personas, como mínimo. Pero, más allá de todo eso, y quizá sin mucha rigurosidad académica, me gusta pensar que Jesús los -y nos- envía de dos en dos para que nos recordemos mutuamente quiénes somos y para qué estamos. Jesús sabe de rechazos y  hostilidad, y no quiere que estemos solos a la hora de la oposición. Por eso nos envía de a dos, para que cuando tengamos ganas de bajar los brazos, tengamos algún hermano o hermana que nos recuerde que vamos en su nombre y que Él nunca nos abandona. Para que cuando estamos manoteando alguna túnica de más o alguna seguridad para el viaje, nos recuerde que debemos ir con poco y que Dios nos asiste. Siempre necesitamos personas valiosas que, cuando nos descentramos, perdemos el eje, el norte, nos vuelvan a orientar, a centrarnos en Jesús, a caminar como Él. Todos fuimos llamados por él para dar lo más genuino nuestro. Necesitamos, entonces, personas que nos recuerden lo más bello que tenemos para dar, quiénes somos, para qué estamos y hacia dónde vamos. Es hermoso caminar de dos en dos. ¡Yo soy garantía de fidelidad para mi hermano, y él lo es para mí! ¡Somos memoria recíproca de misión! ¡Qué importante también decirnos, recordarnos, gritarnos alegremente nuestra maravillosa misión de ser Jesús!

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