Ser como él: pan que se deja comer por la necesidad de la gente

En el evangelio de hoy el niño se comportó como Jesús, habiendo podido mirar para el costado, o guardarse algo para sí, lo puso en común, alcanzó y sobró.

General - Comunidades Eclesiales25/07/2021 Mario Daniel Fregenal
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“Jesús vio que una gran muchedumbre acudía a él y dijo...”.

Al ver la multitud, la primera reacción de Jesús es la de hacerse cargo. Ya el domingo pasado leímos que se puso a enseñarles largamente; hoy atiende la necesidad de alimento. Y tenía mil excusas para mirar para el costado. Si fue a la montaña seguramente habrá sido para orar; además recién llegaba de viaje; ya estaba haciendo de todo por la gente, de hecho por eso lo seguían “al ver los signos que hacía sanando a los enfermos”. Seguramente estaría turbado ante el rechazo que estaba experimentando por parte de las autoridades judías. Sin embargo, en el evangelio que leímos, ve y se hace cargo. No le correspondía a Él, pero sin que nadie se lo pida, toma la iniciativa de dar dignidad, pan, alimento, vida compartida. ¡Cuánto necesitamos la iniciativa de Jesús! ¡Que dejemos de lado el poner tantas excusas! Incluso ahora alguno podría decir: ‘¡Claro, qué fácil, todo muy lindo pero yo no soy Jesús!’. No lo olvidemos, nuestra misión es precisamente serlo para los demás. De hecho, si seguimos leyendo el evangelio, veremos que hubo pan de sobra porque alguien se comportó como Él, sin reservas. Los que viven de ese modo son los que transforman realmente la historia.

En el evangelio de hoy el niño se comportó como Jesús, habiendo podido mirar para el costado, o guardarse algo para sí, lo puso en común, alcanzó y sobró. ¿No tenemos miles de ejemplos de esto? Nos largamos a hacer algo con nada, y finalmente hubo de sobra: un grupo, una iniciativa solidaria, una colecta o una olla popular, juntar algo para una familia, etc. Si como Jesús nos hacemos cargo, y como el niño ponemos lo que tenemos, el milagro está garantizado.

¡Pero mucha atención! Siempre a lo largo de toda la historia, ante cualquier iniciativa de vida plena que intentemos realizar para ser Jesús, aparecerán voces que, razonablemente, buscarán hacernos desistir. Por un lado, Felipe calcula cuánto dinero necesitarán. Y por otro lado, la pregunta de Andrés tira por tierra cualquier intento: “¿Qué es esto para tanta gente?”. Acaso, en el plano personal, ¿no escuchamos más de una vez en nuestro interior la misma pregunta? ¿Qué es esto para tanta gente?, ¿Vale la pena?, ¿De qué sirve esta gota en semejante océano de necesidades?; ¿Para qué este poco de arroz si yo no voy a acabar con el hambre? Es cuando nos ponemos a calcular, vemos que los números no cierran, que la propuesta no es razonable, y entonces dejamos las cosas como están, nos quedamos en la comodidad de la orilla. 

El evangelio de hoy nos lo grita: ¡Lo que podemos ofrecer es un montón! ¡Claro que sirve y vale la pena! ¡Nuestros panes y peces en sus manos provocan el milagro de la abundancia!

Porque la historia la transforman los que toman la iniciativa, muchas veces dejando de lado todo razonamiento y certeza, y animándose a dar el primer paso, sostenidos por la confianza en Jesús, el protagonista de la misión. Por lo tanto, pidamos tener su mirada, no la de Andrés. Jesús, ante el niño que desea ayudar, toma todo lo que éste le da y realiza el milagro. Así que, para llevar adelante nuestra misión de ser Jesús, tomemosle la mano a ese niño que generosamente da todo para ayudar. ¡Necesitamos su iniciativa y confianza! ¡Debemos acallar las voces que nos susurran ante cada intento nuestro: ‘¿Qué es esto?, ¡Mejor guardátelo, no hagas nada!’ ¡Intentemos mirar agradecidamente cada iniciativa con los ojos de Jesús, y buscar aportar nuestro granito de arena!

¡Es que esos pequeños gestos lo cambian todo! Jesús, que había anunciado hace poco que el reino es semilla, que cada gesto de reino da fruto de vida plena por más pequeño que parezca, ahora le escapa al protagonismo, al asistencialismo triunfalista. Precisamente porque el Reino y el milagro lo hacemos entre todos. Lejos de Jesús todo mesianismo desencarnado que soluciona desde arriba y sin nosotros la vida.

La misión consiste en ser como él: pan que se deja comer por la necesidad de la gente. Haciéndose cargo y tomando la iniciativa, el niño lo entendió todo, por su intervención todos comieron. La gente no. La gente buscaba a Jesús para hacerlo rey para que les solucione la vida sin ellos comprometerse. Por eso Él sube solo, seguramente a encontrarse con su Padre, porque ni sus discípulos lo acompañan; necesita alejarse de todo triunfalismo. Esta historia nuestra la transformamos entre todos, desde abajo, animándonos a soñar y tomando la iniciativa; con la confianza más puesta en sus manos que en nuestros panes. A eso vino Jesús, a enseñarnos a que si todos confiamos y compartimos lo que tenemos, hay de sobra.

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