En Jesús, ya experimentamos Vida eterna

Para Jesús y su seguimiento, sucede igual, quiere que los pocos seguidores que tenga sean fieles y comulguen con él y su identidad de ser pan, porque ahí está la felicidad.

General - Comunidades Eclesiales22/08/2021 Mario Daniel Fregenal
con vos y hacia vos

“¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”. En el evangelio de hoy hay una negativa a escuchar un mensaje que me habla de Vida entregada, hecha pan, eucarística, apasionada, involucrada a fondo. La buena noticia de Jesús alimenta, satisface y colma las ansias más profundas de felicidad, “son Espíritu y Vida”, son “palabras de Vida eterna”, definitiva, de calidad impensadamente insuperable, plena, que nada puede dañarla, ni siquiera la muerte.

Evidentemente ese mensaje, que es buena noticia para todas y todos, algunos muchos, interesados en su propio bienestar, centrados sobre sí mismos, no quieren escucharlo. Porque el evangelio de Jesús tiene un potencial transformador irrefrenable, que llamamos Reino, transformador de la realidad, transformador de los y las que se dejan encontrar con él, transformador de la Creación, tratando de cuidarla como Dios lo sueña y espera de nosotros.

En este tiempo en que la felicidad pasa por la fiesta que desconoce al hermano, que objetiviza a la mujer, que necesariamente tiene que pasar por el descontrol, el alcohol o el ‘consumo -uso, le dicen- recreativo de la marihuana’; nosotros tenemos una Vida de calidad increíblemente feliz y necesaria que se llama Jesús, buena noticia del Padre. Y que consiste en hacernos pan, ser solidarios, comprometernos a fondo con la carne de mi hermana y mi hermano, en el cuidado de la ecología, caminando con los más desfavorecidos. Los que lo vivimos o intentamos vivirlo, podemos dar cuenta de esto: campamentos, centros barriales, misiones, oratorios, grupos, pastoral de enfermos, del duelo, cáritas, etc. Pero, ¿lo hacemos? ¿Testimoniamos que en Jesús encontramos vida plena?

Claramente hay muchos que cerrarán los oídos porque les conviene anestesiarnos con ofertas de vida mezquina e individual, para que no nos comprometamos hasta las últimas consecuencias, y salir beneficiados. Pero hay otros, contaminados por los medios y el consumismo, que necesitan oír nuestro humilde, pero necesario, testimonio para salvarse, para encontrar Vida eterna. No nos callemos. Sigamos animándonos a servir, porque ahí está la felicidad, la nuestra y la de muchos y muchas.

“Muchos de sus discípulos... se volvieron atrás y ya no andaban con él”. Aquí no hablamos de los judíos, éstos ya quedaron lejos y en clara oposición con Jesús. Acá nos estamos refiriendo a sus discípulos, esos que lo seguían y que estuvieron presenciando la larga confrontación entre Jesús y  los judíos. Al ver que sus discípulos se escandalizaban y alejaban, “Jesús preguntó entonces a los Doce: ‘¿También ustedes quieren irse?”. Jesús asume a fondo su identidad de ser pan, Vida para ser compartida y devorada, y lo hace hasta las últimas consecuencias, aún a costa de perder seguidores. ¡Cuánto convencimiento! ¡Qué libertad la del Señor! La gente quería hacerlo rey, y él prefiere quedarse solo y sirviendo, a traicionar el sueño del Padre. E incluso se anima a quedarse sin sus Doce, esos que eligió personalmente y que estaban más cerca suyo. A Jesús no le asustan las minorías. “Muchos de sus discípulos murmuran, y lo abandonan”, sus 12 más cercanos, siguen con él. 

Jesús prefiere doce encendidos y convencidos a muchos que simplemente están para cumplir, para calmar su conciencia, para entregarse medidamente. Un poco como sucede hoy con las redes sociales. No sirve tener muchos seguidores (‘sigan esta cuenta, porfa’), sino pocos pero activos; que los que sigan, interactúen con el contenido, sino en vez de ayudar, perjudican. Para Jesús y su seguimiento, sucede igual, quiere que los pocos seguidores que tenga sean fieles y comulguen con él y su identidad de ser pan, porque ahí está la felicidad. Y que el resto, mejor que lo deje de seguir.

“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna”. Es la respuesta de Pedro y de los Doce y nuestra. De los y las que, a pesar de las dudas, bajones, pecados, cruces, duelos y enfermedades, tratamos de ir hacia él porque encontramos Vida. Pidamos ser de esa minoría entregada, convencida y que quiere seguir caminando con Jesús. Nada de temor por lo grandioso de la misión, ni quejas por los que no vienen, ni pesimismos porque cada vez somos menos. Caminamos con Él y hacia él, somos misión convencida que testimonia a su paso Vida con mayúsculas.

Me gusta porque la pregunta que Pedro ofrece de respuesta, se contrapone a muchos “ya no andaban ‘con’ él”. Pedro no dice ¿’Con’ quién iremos? Sino ¿’a’ quién? Nuestra misión no sólo es andar con Jesús, sino ir hacia él, a su encuentro, a sus brazos, a su corazón incondicional, a su fiesta por nuestro regreso, a su alegría por nuestro seguimiento, a su paciencia con nuestras caídas, a su mesa con lugar para todas y todos, a sus preferidos y preferidas, a sus pobres. Porque en Él ya experimentamos Vida eterna, vida que jamás será destruída por nada; creer en él, hacer experiencia de él, confiar toda nuestra vida en sus manos, ya es eternidad, vida definitiva, plenitud.

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