Dios amor quiere vida y felicidad para sus hijos e hijas

Al Reino de Dios, se entra no por los propios méritos, conquistando, sino siendo acercados, llevados, tomados en brazos por Jesús y su comunidad, siendo bendecidos como a niños pequeños, recibiendo.

General - Comunidades Eclesiales03/10/2021 Mario Daniel Fregenal
Acercar a los niños

Jesús necesita narrar su experiencia cada vez más honda y desbordante de Dios. Hace dos domingos, leímos que atravesaba Galilea queriendo que la gente no lo supiese, para formar el corazón de los suyos. Hoy lo encontramos al otro lado del Jordán, pero con gente que se le acerca y Él enseñando. Quizá, dado su propósito, no era lo más conveniente. Sabía que las autoridades judías estaban buscando algo en qué agarrarlo, es bien consciente que enseñar a la gente era ocasión para que se le acercaran “algunos fariseos para ponerlo a prueba”, pero su corazón desbordaba, y el deseo de anunciar el Reino de su Abbá bueno era dentro suyo incontenible. 

La cuestión presentada no era discutida, estaba más bien clara, Moisés lo había permitido. El asunto era trampear a Jesús, “ponerlo a prueba”. Sabían bien el lugar que Él había dado a la mujer, y por eso plantean la cuestión “si es lícito al hombre divorciarse de su mujer” (la mujer no lo podía hacer bajo ningún concepto), a ver de qué lado se ponía; del lado de las mujeres que sufrían las consecuencias de ser repudiadas (sentirse rechazadas, saberse permanentemente amenazadas, el temor de volver a ser recibidas en la casa paterna después del deshonor, quedar expuestas a la mendicidad o a la prostitución), o del lado nada más y nada menos que de la Ley de Dios.

Jesús es tan sabio y su experiencia de Dios tan madurada, tan honda, tan evangelio, que se permite confrontar un pasaje de la Escritura con otro de una manera crítica. Sabe que Dios es buena noticia, y que Moisés dio una respuesta en un tiempo concreto debido a la dureza del corazón del pueblo. Pero Dios desde el comienzo tiene otros planes. Y así, lo que a nosotros nos parece una simple respuesta, bien hecha, daba vueltas una cuestión sumamente importante y hasta fuera de discusión en tiempos de Jesús. ¡Tanto que incluso sus propios discípulos necesitan preguntarle en privado! La respuesta de Jesús trascendía los límites. Realmente se la había jugado. 

Jesús anuncia que desde siempre Dios es amor, y Su amor derramado en el corazón de los seres humanos, que hace que estos se elijan libremente para abrazar la vida compartida, es eterno, y que ningún hombre con corazón duro debe separar lo que Dios desde el principio quiso unido, porque Él quiere nuestra plenitud. Hoy siguen habiendo corazones duros que a base de desinterés, violencia, manipulación, injusticias, avasallamiento o engaño atentan contra el amor mutuo. Eso no es querido por el Dios amor que quiere vida y felicidad para sus hijos e hijas. Pidamos por tantas familias y personas víctimas de los corazones duros en amar.

“Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron”. Llama la atención que no se dice quiénes acercan a los niños. Sí se dice que son los discípulos los que los reprenden. Los anónimos desconocidos acercan a Jesús. Los conocidos discípulos, alejan. Podemos pensar que son acercados por sus propios padres porque estos niños eran muy pequeños. Pero a decir verdad, son sólo suposiciones. Lo importante es qué hicieron, no quiénes eran. Se ve que los nombres o características no importan. Lo que importa, lo que hay que contar, es que ellos acercan a Jesús, son medio, vehículo, instrumento para que Él bendiga a los niños. Llamativamente los discípulos, los cercanos, los que ya habían recibido las enseñanzas más importantes de Jesús: la vida es para darla, el más grande es el que más sirve, el que hace el bien es de los nuestros; ellos, precisamente ellos, alejan. Un criterio decisivo para evaluarnos si realmente estamos cerquita de Jesús es ver en nuestras comunidades qué buscamos, ¿acercar o alejar? Nuestros horarios, requisitos, estructuras, actitudes, espacios, puertas, servicios, propuestas, personas y grupos, ¿alejan o acercan?

Jesús lo dice con solemnidad: “Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. El Reino, centro de la predicación de Jesús por la que va a dar su vida, es don, regalo, gracia, por lo tanto se recibe. A Dios entre nosotros, en medio de nuestras cosas, compartiendo la vida y reinando en medio nuestro, se lo recibe, no se lo conquista. Él es el más interesado, sólo hay que dejarlo. Por eso en cada Padrenuestro pedimos que venga a nosotros. De ahí la invitación a ser como niños, como niñitos muy pequeños que no pueden valerse por sí mismos, que no pueden hacer nada para cuidarse sino recibir, porque necesitan en todo ser cuidados, protegidos, acercados.

 Si el Reino se recibe como niños, nosotros debemos aceptarlo, recibirlo, cambiar el corazón duro y abrirnos a la increíble novedad de Jesús en el que varones y mujeres somos iguales en dignidad; en el que celebramos la eternidad del amor en nuestro corazón que intenta; en el que no importan los puestos ni las categorías sino las actitudes. Que nos comprometamos, entonces, en acercar a muchos y a muchas a Él, porque al Reino se entra no por los propios méritos, conquistando, sino siendo acercados, llevados, tomados en brazos por Jesús y su comunidad, siendo bendecidos como a niños pequeños, recibiendo. 

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