Jesús: ¿qué querés que haga por vos?

"si le tenemos que pedir algo a Jesús, que sea estar siempre cerquita suyo, como los amigos, no sólo en la gloria o cuando todo va bien, sino sobre todo en las cruces". 

General - Comunidades Eclesiales17/10/2021 Mario Daniel Fregenal
siempre con vos

El evangelio de este domingo está inmediatamente después del 3er y último anuncio de la pasión del evangelio según Marcos. Jesús habla ya sin vueltas y hasta con detalles: “se burlarán de él, lo escupirán, azotarán y matarán, y a los tres días resucitará”. Paso seguido, el evangelio de hoy: “Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo...”, se acercan a Jesús para pedir por ellos, para que Jesús les conceda un favor por encima de los demás, les dé privilegios, un lugar especial, se lo piden con fuerza, exigiendo: “Queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”.

¡Justo ellos! En Marcos, al comienzo de la misión, Jesús llama a orillas del mar de Galilea a Pedro y Andrés, Santiago y Juan. Ellos son los 4 primeros discípulos. ¡Qué honor! Luego, Jesús realiza el primer y temeroso milagro liberando a una persona de un demonio violento, que le gritaba.

Allí estaban Santiago y Juan. No hubo milagro, ni gesto tierno, ni palabra acariciante y sanadora de parte de Jesús, que no los haya tenido a ellos por testigos. Si existían personas privilegiadas, eran ellos. Caminaron desde el principio con Jesús, fueron por él llamados a la aventura del Reino; realizaron, gracias a su palabra, signos y prodigios en su nombre, vivieron los momentos más íntimos de su vida. ¡Justo ellos piden privilegios! ¡Tan ciegos están! ¿Y a nosotros no nos pasa un poco lo mismo? Anhelamos reconocimientos, aplausos, que nos quiera tal o cual, sabernos importantes, queridos, lo cuál no está mal, todos lo ansiamos; pero ¿no nos alcanza acaso ser amados por el amor en persona, en quien podemos intentar amarnos? Dios, sentido, origen y horizonte de nuestras vidas, que nos ama a cada uno personal e incondicionalmente?, ¿Somos conscientes que su amor es meta?

Jesús, abrínos los ojos para ver cuánto nos amas y reconocer tu bendición en cuántos nos aman, para hacer memoria de todo lo que haces cotidianamente en nuestras vidas, para ser agradecidos por tu llamado, por tu cercanía, por tu vida entregada y tu paciencia para con nosotros.

“¿Qué quieren que haga por ustedes?”, pregunta decisiva que escuchamos hoy y volveremos a escuchar la semana que viene. Pregunta con la cual hoy también Jesús nos interroga a cada uno de nosotros. ¿Nos la hacemos? Pongamos nuestro nombre y continuemos con las palabras de Jesús: ¿Mario, qué querés que haga por vos? Si no me sé amado, si no siento que el Amor en persona me ama gratis, haga lo que haga, si no me reconozco privilegiado, llamado, enviado, mimado todo el tiempo por Jesús, voy a pedir amor, privilegios, reconocimientos, valoración, mimos, etc.

¿Acaso existe mayor privilegio que ser amigos de Jesús, que nos elige para estar cerca suyo?

¿Qué le respondemos a Jesús? ¿Pido cosas para mí, quizá buenas, pedidos legítimos, pero sólo para mí y los míos?; ¿ido para los demás, poniendo mi corazón con los que más necesitan? ¿Me indigno por las posibilidades que tienen los demás? ¿Pido que “pase de mí el cáliz” del dolor, del duelo, de la enfermedad, que padece el común de los mortales, o pido vivir lo que sea con Él? El camino de la cruz es el único que conduce a la Pascua, a la gloria, al triunfo, a la Vida definitiva y abundante. 

Por eso, si le tenemos que pedir algo a Jesús, que sea estar siempre cerquita suyo, como los amigos, no sólo en la gloria o cuando todo va bien, sino sobre todo en las cruces. 

Que todo lo que somos y tenemos nos sirva para acercarnos más a Jesús, que esa sea nuestra oración y búsqueda. Que nuestros títulos, honores, reconocimientos, flores y distinciones, sean sólo si provienen del seguimiento de Jesús, y sirven para amar su senda de entrega de Vida abundante.

Jesús con vos somos felices, ayúdanos a convencernos de ello. Que en nuestras cruces, enfermedades y duelos, te sintamos amigo cercano, cirineo de nuestros dolores, los cuales cargas con nosotros, para que con vos resucitemos en Vida feliz.

“Sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”, piden estar cerca de Jesús, pero sólo en el momento del éxito, de la gloria, del triunfo mesiánico. Finalmente, cuando Jesús revele en la cruz el misterio del Reino-semilla, que debe morir para engendrar vida; cuando comprenderemos hasta dónde es capaz Dios a la hora de amar, en ese momento donde se manifestará el mesianismo de Jesús, a su derecha y a su izquierda tendrá dos malhechores. Santiago y Juan, lo mismo que el resto que se había indignado, lejos, perdiendo sus vidas por buscar salvarlas. Lo único que nos interesa como discípulos y discípulas de Jesús es estar cerquita suyo, porque allí encontramos Vida reconfortantemente plena. 

Santiago y Juan lo piden, pero cuando estén en su gloria. Muchas veces nosotros también, queremos estar sólo con el Jesús vencedor, el fuerte, el Todopoderoso, el Rey de reyes, el León de la tribu de Judá, el que es roca; pero cuando él decide por amor llevar hasta el límite su vida hecha pan, cuando se agacha a lavar los pies de los que no nos caen bien, y se nos presenta como el esclavo de todos, ahí nos alejamos, ahí disparamos, ahí preferimos la vida cómoda, el salvarnos a precio de perdernos.

Jesús, que nuestra privilegiada cercanía con vos nos haga dar la vida como vos, lavar los pies y servir como vos, hacernos cotidianamente pan como vos, ser felices en la entrega, salvar la vida compartiéndola.

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