Jesús de Nazaret, el rey que quiere reinar con nosotros

Jesús, el Dios que no se imagina reinando sin nosotros, sus hermanos y hermanas, por quienes está a punto de dar su vida.

General - Comunidades Eclesiales21/11/2021 Mario Daniel Fregenal
Jesús Rey

“¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”, es lo que Jesús responde, con cierta autoridad, a Pilato. Al finalizar el año litúrgico y al comenzar a prepararnos para la navidad a partir del próximo domingo, con el tiempo de Adviento, es una buena pregunta que nos podemos hacer. Imaginarnos que Jesús nos mira a cada uno y nos dice: ‘¿Quién soy yo para vos?’, y al oír nuestra respuesta, sea cual fuese, nos vuelve a preguntar: ‘Eso que decís, ¿lo decís porque hiciste experiencia o porque otros te lo dijeron de mí?’. Este cuestionamiento es vital y debe estar guiado por una búsqueda sincera y constante; ¿Quién es Jesús para mi vida, mi grupo, mis actividades pastorales?, ¿Qué lugar tiene Jesús en nuestra formación, en nuestras celebraciones, prédicas y servicios? Porque si no, podemos terminar encerrándolo en mis propias categorías, anunciándolo desde mis propias ideologías, acomodando su mensaje de plenitud a mi entrega mediocre, compartiendo de su vida de pan lo que me queda cómodo a mis mezquinas migajas, confundiéndolo con doctrina que aprender o un simple modelo a imitar. Para Pilato, pagano y ajeno a nuestro Dios, Jesús era inocente. Para los judíos, hombres religiosos, sabedores de Dios y sus caminos, Jesús era culpable y merecía morir. Ni Pilato ni los judíos se dejaron encontrar con Él, pusieron resistencias, juzgaron desde ideas humanas, no se dejaron interpelar sinceramente por el Señor y su novedad de Dios, no se la jugaron. Nosotros podemos caer en la misma cuando no nos preguntamos cada día por nuestra experiencia creyente en Jesús de Nazaret, y nos conformamos y estancamos en lo que otros nos dijeron alguna vez de Él.

Luego Pilato pregunta a Jesús: ¿Eres rey?, la respuesta del Señor: “para esto he nacido y he venido al mundo”, nos remonta a lo vivido, a la memoria de su vida, a su praxis liberadora y hermana que lo condujo a su pasión y muerte. Jesús está en las últimas horas de su vida, juzgado a escondidas, condenado injustamente por los judíos y a la espera que Pilato dicte la sentencia de muerte. Esa respuesta nos grita que para entender de qué se trata su Reino y su manera de reinar, tengo que ir hacia atrás: yendo hacia el pesebre para conmoverme el modo más marginal de nacer, entre pastores, animales y magos paganos, con el calor y cuidado de un papá valiente y una madre increíble; debo dejarme conducir por personas que “señalen” su paso en mi vida, para seguirlo más de cerca, “ver” dónde vive, cómo, lo que hace, y vivir una tarde inolvidable con él desde la cual decidimos irreversiblemente seguirlo; tengo que beber el vino nuevo de Caná y escuchar el sonido de la fiesta del Reino inaugurado, y continuar caminando las periferias con él, para contemplarlo feliz en la entrega cotidiana, desde la que nos anima a compartir nuestros panes y peces, nuestra pobre vida, para que así, contagiados por su amor y sus modos, lleguemos hasta la última mesa de tantas, en la que desconcertantemente se agacha para lavarnos los pies, demostración cúlmen del amor y anticipo de su humillación en cruz. Desde su nacimiento hasta la cruz, Jesús nos enseñó para qué ha venido al mundo, en qué consiste su Reino y quién es Él: El Dios que no se imagina reinando sin nosotros, sus hermanos y hermanas, por quienes está a punto de dar su vida.

Jesús vino “para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”. Hay una verdad que late inconfundible en cada corazón humano, un ansias de infinito, de vivir en plenitud. De esa verdad de humanidad plena, desplegada en amor, y feliz, Jesús vino a compartirnos. El que quiera vivir sobreabundantemente debe oír su voz, encontrarse con él en el evangelio y seguirlo en su aventura de amor entregado. Es por eso que toda entrega por amor nos acerca más a su anuncio y nuestra meta: reinar con Él siendo pan. Esa experiencia honda de felicidad en la entrega es indudable, por eso también nosotros podemos dar testimonio con y como Jesús, y la gente tiene el derecho de exigírnoslo.

El evangelio de hoy lo excluye, pero seguía la repregunta de Pilato: “¿Qué es la verdad?”, a lo que Jesús responde con el silencio. Porque en realidad, para responder a este interrogante, nos tendríamos que trasladar a Jn 14, 6: la verdad no es algo sino Alguien, Jesús de Nazaret: Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Toda su vida nos adentra de la mano en la verdad del Dios misericordiosamente gratuito y tierno, pero también nos revela nuestra verdad más honda, nuestro para qué, lo más genuino nuestro, la felicidad a la que todos y todas estamos llamados. 

Jesús es el modelo de humanidad plena. Al celebrar Cristo Rey, preparemos el corazón hoy y siempre, sobre todo en el adviento que ‘se acerca’ para que seamos de los que “escuchan su voz”, porque sus palabras “nunca pasarán”, y en ellas conocemos que el Dios todo poderoso y trascendente, camina en sandalias nuestras tierras, del modo más delicado, comprometido y libre, en Jesús de Nazaret, el rey que quiere reinar con nosotros, porque en su vida de pan está la felicidad que nos quiere compartir para vivir en plenitud, verazmente.

Lecturas: /contenido/415/festividad-de-cristo-rey

Te puede interesar
Lo más visto