Ser Palabra de Dios-Padre para el pueblo

Él mismo es la Palabra, hay que prestar oídos a su persona, esa que atrae irresistiblemente nuestros ojos añorantes de lo nuevo y más nuestro. Debemos leer, contemplar, mirar y seguir a la persona de Jesús, no a un libro.

General - Comunidades Eclesiales23/01/2022 Mario Daniel Fregenal
Día de la Palabra de Dios
Domingo de la Palabra

Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu... El Espíritu del Señor está sobre mí... Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él (Jesús)”. En la obra de Lucas (su evangelio y los Hechos) el Espíritu Santo tiene un protagonismo marcadamente excepcional, de hecho hoy escuchamos que se lo menciona al comienzo y al final del evangelio, y en la cita de Isaías que encuentra Jesús. 

Jesús es animado por la vida de Dios que irresistiblemente lo convierte en Palabra del Padre para su pueblo. Así es que va “como de costumbre” a la sinagoga de Nazaret pero esta vez todo será distinto, hoy algo sucederá, el Espíritu manifestado en el bautismo se transformará aquí en anuncio gozoso e incontenible. Me imagino cuánta ilusión habrá sentido en su interior. Todos lo conocían de pequeño y él los amaba profundamente. Así, conmovido, sintiendo hondamente al Padre pero también conociendo las expectativas y esperanzas de su pueblo, pensaría de camino a la sinagoga: ‘¡Necesitan escuchar cuánto los ama mi Abbá!’.  Sin embargo, veremos la semana que viene que no le fue tan bien. 

En este domingo de la Palabra de Dios, pongamos nuestros “ojos fijos en Él” para contemplarlo en su Palabra, pero sobre todo para descubrirlo hoy en su Iglesia, habitada por la fuerza de Dios y destinada a ser buena noticia desde los pobres para todas y todos. La misión de Jesús, la vida incontenible del Espíritu no se acabó. Nosotros, su Iglesia, somos continuadores de esa misión, incansablemente buscamos llevar buenas noticias a los más desfavorecidos, que las personas se sientan más hijas, más libres; que puedan ver hondamente con ojos de fe la realidad para intentar transformarla según el sueño de Dios; caminamos llevando consuelo, vida plena y abundante, siendo casa de todas y todos.

El Espíritu Santo habita a la Iglesia haciendo presente en la historia la misión de Jesús.

De hecho leímos: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Lucas, que escribe su relato alrededor de 50 años después de lo sucedido en la sinagoga de Nazaret, nos quiere hacer partícipes de ese hoy de Dios en Jesús. Jesús actualiza y lleva a su plenitud la profecía de Isaías y todos los anuncios de Dios para su pueblo. Pero su vida no es algo externo a nosotros, no leemos o estudiamos algo del pasado. El “hoy'' de Jesús es también nuestro hoy.

Somos peregrinos de ese hoy en nuestra hora concreta y habitantes de esa Galilea en nuestras periferias cotidianas. Nuestras prédicas, anuncios, misiones, compromisos y detalles, se integran en el “hoy” de Jesús. También nosotros damos cumplimiento con nuestros gestos y palabras a las promesas del Dios liberador, comprometido irreversiblemente con la dignidad y plenitud de su pueblo. 

Este hoy nos compromete e involucra en una fidelidad impensada, de discípulo; nos hace protagonistas ante los nuevos desafíos. El hoy de Jesús es nuestro aquí y ahora. No nos podemos desentender mirando indiferentes para un costado o nostalgiosos hacia atrás. Se nos exige fidelidad. Nosotros también contamos con la fuerza del Espíritu. Entonces, ante cada desafío, para encontrar respuestas evangélicas debemos mirar el presente con esperanza, sabiendo que Dios está. Conscientes que el Espíritu sopla “hoy”, en este aquí y ahora, debemos responsablemente sentarnos a escuchar a Jesús y encendernos de su palabra irresistible. ¿Cómo estamos con nuestra misión, nuestras prédicas y su traducción en obras comprometidas con nuestra hora, fieles a los nuevos desafíos?

En este domingo tan especial, pidamos dejar ser en nosotros al Espíritu Santo para que nos haga más fieles a nosotros mismos según el sueño de Dios, para así responder con fidelidad a la misión de Jesús, a su “hoy” -y nuestro-, en esta Iglesia peregrina y hermanada con los pobres que queremos ser.

Pongamos nuestros ojos fijos en Jesús y nuestros oídos para escuchar su Palabra, aprender a contemplar con el corazón sus modos y enamorarnos de su persona. De hecho en el evangelio no se nos dice que Jesús leyó efectivamente. Quizá podríamos pensar que es una obviedad que lo haya hecho, que no merecería ser mencionado o que se le pudo haber pasado por alto al autor. Pero siendo algo tan importante y decisivo en el día de hoy; y con la minuciosa descripción que hace Lucas de las acciones de Jesús: levantarse, recibir el libro, abrirlo, encontrar el pasaje, cerrarlo, devolverlo y sentarse (siete); podemos pensar que la omisión es intencional y el evangelista nos está señalando que Él mismo es la Palabra, hay que prestar oídos a su persona, esa que atrae irresistiblemente nuestros ojos añorantes de lo nuevo y más nuestro. Debemos leer, contemplar, mirar y seguir a la persona de Jesús, no a un libro. Caminar con alguien que nos ama incondicionalmente y lleva a plenitud todas las profecías sobre un mundo nuevo, mejor, más hermano y solidario, soñado por el Padre y acompañado por el Espíritu; nos consuela y anima a andar confiadamente con Él, que ama escuchar el sonido de nuestros pasos comprometidos con nuestro hoy -y suyo-, y animados por su mismo Espíritu.

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