
Estamos llamados a actualizar hoy el eterno diálogo de Dios con el ser humano.
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
...También podemos ser nosotros, quienes resplandecientes de luz, anunciamos la vida de Jesús a aquellos que están tristes, que no se animan a levantar la cabeza, a los que tienen miedo o a los que viven la fe sólo desde los ritos...
General - Comunidades Eclesiales17/04/2022Hoy nos encontramos para celebrar la Pascua, el triunfo de la vida sobre la muerte; la vida de Jesús habita y circula por la comunidad de resucitados que somos nosotros, su Iglesia.
A la luz de las lecturas podemos ir tomando algunas pistas que nos ayuden a ser más rostro de Cristo Resucitado.
“El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado”. Las mujeres, valientes y movidas por amor, muy de mañana, al amanecer, con miedo, tristes, se encaminan al sepulcro. Van a dar algo al que aparentemente no podía dar nada pero que lo había hecho todo por ellas; van a realizar unos ritos con el que ya nada podía hacer. Van centradas en lo que tienen que hacer ellas, con lo que habían preparado; pero ni de cerca sospechaban la increíble novedad de la Pascua. Van a dar y terminan llenas de Vida inconteniblemente resucitada. ¿No somos un poco nosotros? Que también queremos hacer algo por Jesús, muchas veces tristes, con miedo, con nuestras oscuridades pero que seguimos buscando estar cerca suyo, sentirnos unidos a Él. Nos pasa como a las mujeres, que queremos hacer algo nosotros por Él, cuando buscamos comprometernos más en la Iglesia, o quizá ayunar o privarme de algo en esta cuaresma, o tratar de ofrecer mis dones en el servicio, o ir a misionar, o cualquier experiencia en la que pretendo dar algo y me voy desbordado de vida, renovado, lleno de Pascua.
Así es nuestra vida, esa es nuestra experiencia: intentamos dar algo, ofrecer algo nosotros y Jesús nos sorprende y nos desborda con su vida resucitada.
Desde ahí la pregunta de hoy:
“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?”. El viernes la pregunta de Jesús era ¿A quién buscan? Hoy, estos dos personajes misteriosos, habitantes de lo trascendente, preguntan, ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? ¿Está vivo Jesús para nosotros? ¿Camino la vida con Él? ¿Yo sacerdote, converso, charlo, hablo con Él vivo, a mi lado?, ¿o me contento con el rezo del breviario? ¿Voy con mis ritos a ungir a alguien que no puede hacer nada por mí, o que no se manifiesta?, ¿o me dejo sorprender por su vida resucitada? Y lo importante será no responder automáticamente que Jesús está vivo, sino detenerme en mi manera de vivir, de andar por la vida, y preguntarme con sinceridad: ¿Jesús está vivo para mí? ¿Le hablo frecuentemente, como amigo?, ¿lo hago parte? Sea cuando rezo, cuando voy a elegir una carrera, cuando sirvo en la comunidad, cuando preparo la homilía, cuando visito a alguien, cuando salgo con mis amigos, cuando vacaciono, cuando trabajo, cuando estoy en el patio en el grupo, ¿lo siento a Jesús vivo, a mi lado? ¿Le hablo? ‘Jesús, ayudame en esto’; ‘Jesús, me está costando’; ‘Jesús, perdoname otra vez’; ‘gracias por estos amigos y esta gente, Señor, me hacen tanto bien’, ‘Jesús, lo extraño pero sé que está con vos’; y tantas manera de conversar con Él, de darle parte en la propia vida como a alguien vivo. ¡Estamos acá por Él! ¡Él está feliz al vernos reunidos! Por lo tanto, con sinceridad me pregunto: ¿Mi manera de vivir la fe es caminar la vida con alguien vivo? ¿o es cumplir unos ritos míos, sin que él tenga parte? Si no, también necesito escuchar esa pregunta decisiva, la que me despierta: ¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo? ¿Por qué considerás pasivo y sin participación a aquel que quiere llenarte de su Vida, la más plena, la que te hace feliz de verdad?
“Dos hombres con vestiduras deslumbrantes”, es la manera que Lucas tiene para decirnos que el anuncio pascual es algo inédito, viene de lo divino. Pero si estamos diciendo que la Pascua nos desborda, que la vida de Jesús nos circula, también podemos ser nosotros, quienes resplandecientes de luz, anunciamos la vida de Jesús a aquellos que están tristes, que no se animan a levantar la cabeza, a los que tienen miedo o a los que viven la fe sólo desde los ritos. Descubriendo a Jesús vivo y presente en medio nuestro, que hace de nosotros comunidad de resucitados. Conscientes que su Espíritu de Vida circula dentro nuestro, somos nosotros, comunidad resplandeciente de dos o mas, que anuncia la resurrección. ¿O lo dudamos? ¿Acaso la gente que nos observaba ayer desde las ventanas o sus puertas, cuando caminábamos el viacrucis por el barrio, no nos veía resucitados, relucientes?; ¿O aquellos que veían, a altas horas de la noche, un puñado de jóvenes visitando los siete templos, no habrán visto la luz del resucitado en ellos? ¿O en casa no se nos veía más resplandecientes porque teníamos que leer, armar las flores o el monumento, o preparar el guión o las canciones; o porque nos tenían que lavar los pies o simplemente porque veníamos a celebrar? ¡La Pascua se nos nota cuando reconocemos que la vida de Jesús circula en nosotros vivificándonos y reconociéndolo a Él vivo y presente, como fiel amigo, que va a todos lados con nosotros. La gente tiene derecho a exigirnos que se nos note. ¡Iglesia que transparente el rostro resucitado de Jesús! Algunos reconocidos, con nombres, otros con puestos o cargos y otros anónimos: “a los Once y a todos los demás”, “María Magdalena, Juana y María, La madre de Santiago, y las demás mujeres”. Seamos comunidad de la Pascua, que se note que la vida de Dios nos circula a todos.
Lecturas : /contenido/487/pascua-de-la-resurreccion-del-senor
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
Los pequeños abusos que podamos padecer, las injusticias, rechazos o incomprensiones que podamos sufrir, son heridas que un día cicatrizarán para siempre. Hemos de aprender a mirar con más fe las cicatrices del Resucitado.
Dejemos que Jesús camine esta semana santa junto a nosotros, hagamos que nuestra Jerusalén se transforme en espacio de Salvació.
Para adorar el misterio de un «Dios crucificado» no basta celebrar la Semana Santa; es necesario además acercarnos más a los crucificados, semana tras semana.
¿Quién nos enseñará a mirar hoy a la mujer con los ojos de Jesús?, ¿quién introducirá en la Iglesia y en la sociedad la verdad, la justicia y la defensa de la mujer al estilo de Jesús?
Hoy a quienes viven lejos de él y comienzan a verse como «perdidos» en medio de la vida.
Hay lugar cierto para el amor político. Hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que levantan y rehabilitan al caído para que el bien sea común.
Los pequeños abusos que podamos padecer, las injusticias, rechazos o incomprensiones que podamos sufrir, son heridas que un día cicatrizarán para siempre. Hemos de aprender a mirar con más fe las cicatrices del Resucitado.
Es esta alegría la que debe caracterizar nuestro modo de proceder para que sea eclesial, inculturado, pobre, servicial, libre de toda ambición mundana".
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
“El pontificado de Francisco, señaló su eminencia Cardenal Rossi, fue un pontificado gestual, porque con sus palabras, pero sobre todo con sus gestos, nos hizo saber que otro mundo es posible",