¡Somos portadores de esa bendición, que es envío y certeza de compañía de Jesús!

¿Soy consciente que Él está conmigo cada día? ¿Siento sus pasos junto a los míos? ¿Lo experimento a mi lado, sobre todo en mis bajones y oscuridades? ¡Creámoslo! ¡Él no nos puede abandonar, nos ama!

General - Comunidades Eclesiales29/05/2022Mario Daniel FregenalMario Daniel Fregenal
No nos abandona

Estamos en el domingo de la ascensión de Jesús, cuando regresa junto al Padre para prepararnos un lugar. En el evangelio, el mismo día de Pascua según Lucas, Jesús se aparece a sus discípulos, les explica las escrituras y les dice: “Ustedes son testigos de todo esto”, de todo lo que compartieron con Él, de su persona toda, de su trato tierno y cercano, y su palabra melodiosa. El testigo es fundamentalmente el que hizo experiencia, que de alguna manera se encontró con Jesús, tuvo contacto con Él. Pero sus testigos, no lo son por mérito alguno, por prestigio, formación o porque eran superiores al resto. Son testigos porque Él los llamó. ¡Qué importante y consolador reconocer esto, también en nuestra vida! Nuestra misión es dar testimonio que el encuentro con Jesús nos transforma, pero nos encontramos con Él porque se las ingenió para llamarnos y traernos junto a sí. En este mismísimo momento estamos compartiendo una homilía, una celebración, una comunidad, porque alguien fue instrumento de Dios para traernos a su lado, pero Él está en el fondo de nuestro llamado. Seguramente nosotros hicimos opción de acercarnos, pero Él protagonista de constituirnos testigos es Jesús. No hay casualidades aquí. ¿Tomo conciencia que Él me quiso junto a sí? ¿Me creo testigo necesario para que otros y otras se encuentren con su persona fascinante? A veces pienso en tantos jóvenes que pasaron por nuestras comunidades, entiendo que sus tiempos sean otros y que no puedan venir con la misma frecuencia, pero, ¿son testigos ante los demás de un encuentro decisivo con Jesús? ¿Lo añoran? O tan sólo dan testimonio de los patios, los encuentros, los juegos, edificios y personas, sin ver más allá, en profundidad. ¿Iban a la Iglesia o iban a profundizar la amistad con el Señor?. El encuentro con alguien transformante siempre te deja con ganas de más ¡La fe es camino! Pero lo que comenzó siendo simpatía, juego, amistad con alguien, ir a la Iglesia, catequesis o al grupo, tiene que madurar en discipulado y amistad con Él, para poder así “ser testigos” de tantas maravillas que Dios hace en nosotros, y así muchas personas se encuentren con Él.

“Mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo”. Me llamaba la atención la simultaneidad del bendecir y alejarse. Podemos pensar la ascensión como lo narran los Hechos, con cierta nostalgia de que se nos va Jesús, pesando así más la separación; o podemos regresar, como lo cuenta también Lucas en su evangelio, llenos de alegría y alabando a Dios; celebrando así más la bendición. O dicho de otra manera, podemos sentirnos en inferioridad de condiciones respecto de los apóstoles que convivieron con Él, porque nosotros no lo vemos a nuestro lado físicamente; o celebrar que sigue caminando nuestros caminos, luchando nuestras batallas, sembrando nuestros intentos con nosotros, partiéndonos el pan cada día, al igual que lo hacía con Pedro o Tomás. Con la Ascensión celebramos que Jesús se fue pero no se fue, subió pero sigue estando, ascendió a los cielos pero sigue embarrado en nuestra historia, se aleja físicamente pero nos bendice con su presencia cercana e inconfundible en el corazón de cada uno. ¡Somos su Iglesia! ¡Caminamos con Él! ¡Lo hacemos presente entre nosotros continuando su bendición! ¡Somos portadores de esa bendición, que es envío y certeza de compañía de Jesús! Él sigue estando con nosotros. Cuando parecería que no está o que se aleja, Él nos bendice, está en todo lo que hacemos a través de su Espíritu. ¿Soy consciente que Él está conmigo cada día? ¿Siento sus pasos junto a los míos? ¿Lo experimento a mi lado, sobre todo en mis bajones y oscuridades? ¡Creámoslo! ¡Él no nos puede abandonar, nos ama!

“Los llevó hasta las proximidades de Betania... volvieron a Jerusalén con gran alegría”. La comunidad que es testigo y que siente la presencia de Jesús cotidianamente, es una comunidad en movimiento, que vive de su Palabra y da testimonio de la alegría, a pesar de las pruebas y las persecuciones, que Jesús sigue con ellos. El que inició todo fue el que los hizo trasladarse para bendecirlos con otro tipo de presencia, cerquita de Betania. Pero seguidamente son ellos solos, los que obedecen la Palabra de su Señor, y regresan, se trasladan, a Jerusalén y bendicen a Dios en el Templo mientras esperan ser “revestidos con la fuerza que viene de lo alto”. Ya no es la comunidad temerosa, encerrada, inmóvil; sino que es la comunidad fiel, que es semilla de Reino, que confía en la Palabra de su Jesús y espera el envío del Espíritu Santo con alegría, en movimiento, alabando y bendiciendo. A las puertas de Pentecostés, que podamos celebrarnos comunidad dinámica, como la quiere Jesús, escuchando siempre su Palabra, caminando juntos la dirección señalada por nuestro Maestro; que permanece unida, alabando y bendiciendo al Señor, porque sigue estando con nosotros hasta el fin.

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