
...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.
En sus detalles, en su entrega para con todas y todos, en su voz y su ternura, en su pisada decidida y respetuosa, en su corazón infinito y lleno de rostros y realidades, conocemos a nuestro Dios. La Trinidad que existía desde el principio se hizo artesano y caminó con nosotros la Galilea de la vida más cotidiana
General - Comunidades Eclesiales12/06/2022 Mario Daniel Fregenal
Mario Daniel Fregenal
El domingo siguiente a Pentecostés celebramos a la Santísima Trinidad, el Dios nuestro, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Escuchamos en el Evangelio, “el Espíritu de la Verdad los introducirá en toda la verdad”. La acción del Espíritu Santo, cuya fiesta celebramos la semana pasada, es en el corazón creyente, y consiste en introducir, guiar (creo que es más correcto), conducir hacia la Verdad plena que es toda la vida de Jesús. Su tarea en nosotros es caminar, acompañar nuestro proceso creyente. La fe tiene mucho de camino, de movimiento, de desinstalarnos, de profundizar, querer ahondar más. La misión del Espíritu Santo que respiramos, es caminar en nosotros como Jesús, guiándonos a la Verdad llena de Vida que es Él, desde quien todo tiene otro sentido y hondura; cuya experiencia profundísima y singular de Dios estamos celebrando hoy: Jesús se sabía entrañablemente Hijo amado, y habitado por el Espíritu de su Papá bueno, quien lo sostenía en su misión.
De allí que el Espíritu Santo, dice Jesús en primera persona: “recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes”. El Dios trinidad se revela en nuestro polvo y en nuestra historia. No habrá ninguna revelación nueva o distinta que aquella que "existía desde el principio, hemos oído, hemos visto con nuestros ojos, hemos contemplado y hemos tocado con nuestras manos" (1 Jn 1, 1). Habrá que adentrarnos de la mano del Espíritu Santo en los evangelios para conocer y enamorarnos más de la Verdad que es Jesús, Camino y Vida. Nuestro Dios tiene un modo de ser y estar en medio nuestro, “su delicia era estar con los hijos de los hombres”, dice la 1a lectura refiriéndose a la Sabiduría divina. Esa manera de ser y estar la contemplamos descalza y peregrina en Jesús, el Hombre lleno del Espíritu de libertad. En sus detalles, en su entrega para con todas y todos, en su voz y su ternura, en su pisada decidida y respetuosa, en su corazón infinito y lleno de rostros y realidades, conocemos a nuestro Dios. La Trinidad que existía desde el principio se hizo artesano y caminó con nosotros la Galilea de la vida más cotidiana; el creador de todo anduvo entre nosotros sin siquiera tener un sitio donde reclinar la cabeza; en ese Hombre tan humano y verdadero, encontramos a nuestro Dios. Por eso, es en el evangelio, es en Galilea, donde conozco más y mejor la Verdad de Dios, su Camino, su Vida.
“Todo lo que es del Padre es mío”. Por tanto, el Espíritu Santo nos adentra cada vez más en la experiencia identitaria de Jesús, saberse Hijo amado y lleno del Espíritu, la Vida de Dios. Dejándonos guiar por el Espíritu Santo que nos habita, acrecentamos nuestra intimidad con Jesús, en cuyo corazón auscultamos, como discípulos amados, al Padre eterno, agitadamente apasionado de amor por nosotros. Entrando en la intimidad con Jesús, escuchando como late en Él la Vida de Dios, dejándonos habitar por ese Amor paterno filial o filio paternal, somos templo; nos habita el Dios Amor, el Dios Relación, el Dios de Jesús. ¿Soy consciente de eso? ¿Soy respetuoso y comprometido con los demás, mis hermanas y mis hermanos, que también son templos como yo? ¿Lato la vida de Dios?
Te pedimos, Padre bueno, profundizar nuestra amistad con el Hombre verdadero, tu hijo Jesús; respirar su Espíritu que nos hace peregrinos de su huella galilea, la más necesaria y salvífica; y adentrarnos en su tierno corazón enamorado de Vos y de nosotros, para encontrarte latiendo tu Verdad y la nuestra: ¡Somos tus hijas y tus hijos en Jesús a través del Espíritu de Vida, respiramos tu frescura, acompasamos tus latidos apasionadamente amorosos, y caminamos las pisadas tiernas, profundas y decididas de tu Hijo y nuestro Maestro!
Lecturas: /contenido/516/dios-familia-divina

...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.

Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura.

"La familia es el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Es allí donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos",

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas.

...nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Esta parábola es la crítica más implacable de Jesús a la indiferencia ante el sufrimiento del hermano.

...nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas.

"La familia es el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Es allí donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos",

Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura.

...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.