
La vida nueva en el Espíritu no significa únicamente vida interior de piedad y oración.
La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo, enfrentado al estilo de vida que brota de la mentira y el egoísmo.
En sus detalles, en su entrega para con todas y todos, en su voz y su ternura, en su pisada decidida y respetuosa, en su corazón infinito y lleno de rostros y realidades, conocemos a nuestro Dios. La Trinidad que existía desde el principio se hizo artesano y caminó con nosotros la Galilea de la vida más cotidiana
General - Comunidades Eclesiales12/06/2022El domingo siguiente a Pentecostés celebramos a la Santísima Trinidad, el Dios nuestro, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Escuchamos en el Evangelio, “el Espíritu de la Verdad los introducirá en toda la verdad”. La acción del Espíritu Santo, cuya fiesta celebramos la semana pasada, es en el corazón creyente, y consiste en introducir, guiar (creo que es más correcto), conducir hacia la Verdad plena que es toda la vida de Jesús. Su tarea en nosotros es caminar, acompañar nuestro proceso creyente. La fe tiene mucho de camino, de movimiento, de desinstalarnos, de profundizar, querer ahondar más. La misión del Espíritu Santo que respiramos, es caminar en nosotros como Jesús, guiándonos a la Verdad llena de Vida que es Él, desde quien todo tiene otro sentido y hondura; cuya experiencia profundísima y singular de Dios estamos celebrando hoy: Jesús se sabía entrañablemente Hijo amado, y habitado por el Espíritu de su Papá bueno, quien lo sostenía en su misión.
De allí que el Espíritu Santo, dice Jesús en primera persona: “recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes”. El Dios trinidad se revela en nuestro polvo y en nuestra historia. No habrá ninguna revelación nueva o distinta que aquella que "existía desde el principio, hemos oído, hemos visto con nuestros ojos, hemos contemplado y hemos tocado con nuestras manos" (1 Jn 1, 1). Habrá que adentrarnos de la mano del Espíritu Santo en los evangelios para conocer y enamorarnos más de la Verdad que es Jesús, Camino y Vida. Nuestro Dios tiene un modo de ser y estar en medio nuestro, “su delicia era estar con los hijos de los hombres”, dice la 1a lectura refiriéndose a la Sabiduría divina. Esa manera de ser y estar la contemplamos descalza y peregrina en Jesús, el Hombre lleno del Espíritu de libertad. En sus detalles, en su entrega para con todas y todos, en su voz y su ternura, en su pisada decidida y respetuosa, en su corazón infinito y lleno de rostros y realidades, conocemos a nuestro Dios. La Trinidad que existía desde el principio se hizo artesano y caminó con nosotros la Galilea de la vida más cotidiana; el creador de todo anduvo entre nosotros sin siquiera tener un sitio donde reclinar la cabeza; en ese Hombre tan humano y verdadero, encontramos a nuestro Dios. Por eso, es en el evangelio, es en Galilea, donde conozco más y mejor la Verdad de Dios, su Camino, su Vida.
“Todo lo que es del Padre es mío”. Por tanto, el Espíritu Santo nos adentra cada vez más en la experiencia identitaria de Jesús, saberse Hijo amado y lleno del Espíritu, la Vida de Dios. Dejándonos guiar por el Espíritu Santo que nos habita, acrecentamos nuestra intimidad con Jesús, en cuyo corazón auscultamos, como discípulos amados, al Padre eterno, agitadamente apasionado de amor por nosotros. Entrando en la intimidad con Jesús, escuchando como late en Él la Vida de Dios, dejándonos habitar por ese Amor paterno filial o filio paternal, somos templo; nos habita el Dios Amor, el Dios Relación, el Dios de Jesús. ¿Soy consciente de eso? ¿Soy respetuoso y comprometido con los demás, mis hermanas y mis hermanos, que también son templos como yo? ¿Lato la vida de Dios?
Te pedimos, Padre bueno, profundizar nuestra amistad con el Hombre verdadero, tu hijo Jesús; respirar su Espíritu que nos hace peregrinos de su huella galilea, la más necesaria y salvífica; y adentrarnos en su tierno corazón enamorado de Vos y de nosotros, para encontrarte latiendo tu Verdad y la nuestra: ¡Somos tus hijas y tus hijos en Jesús a través del Espíritu de Vida, respiramos tu frescura, acompasamos tus latidos apasionadamente amorosos, y caminamos las pisadas tiernas, profundas y decididas de tu Hijo y nuestro Maestro!
Lecturas: /contenido/516/dios-familia-divina
La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo, enfrentado al estilo de vida que brota de la mentira y el egoísmo.
Bendecir es aprender a vivir desde una actitud básica de amor a la vida y a las personas. El que bendice vacía su corazón de otras actitudes poco sanas como la agresividad, el miedo, la hostilidad o la indiferencia.
El cristiano está llamado también a vivir sanando esta cultura. No es lo mismo ganar dinero sin escrúpulo alguno que desempeñar honradamente un servicio público, ni es igual dar gritos a favor del terrorismo que defender los derechos de cada persona.
Una comunidad basada en la «amistad cristiana» enriquecería y transformaría hoy a la Iglesia de Jesús. La amistad promueve lo que nos une, no lo que nos diferencia. Entre amigos se cultiva la igualdad, la reciprocidad y el apoyo mutuo.
Jesús no impone nada. No fuerza a nadie. Llama a cada uno «por su nombre». Para él no hay masas. Cada uno tiene nombre y rostro propios.
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
"...vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia".
El cristiano está llamado también a vivir sanando esta cultura. No es lo mismo ganar dinero sin escrúpulo alguno que desempeñar honradamente un servicio público, ni es igual dar gritos a favor del terrorismo que defender los derechos de cada persona.
Sólo un amor comprometido como fuerza lógica y mancomunada puede contrarrestar la sin-razón de un proyecto odio-violencia.
Bendecir es aprender a vivir desde una actitud básica de amor a la vida y a las personas. El que bendice vacía su corazón de otras actitudes poco sanas como la agresividad, el miedo, la hostilidad o la indiferencia.
La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo, enfrentado al estilo de vida que brota de la mentira y el egoísmo.