
Estamos llamados a actualizar hoy el eterno diálogo de Dios con el ser humano.
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
Dispongamos el corazón para el encuentro, para ser más fiel discípulo, para revestirlo de Jesús.
General - Comunidades Eclesiales27/11/2022Comenzamos el tiempo de Adviento, tiempo de espera al que viene, e iniciamos un nuevo ciclo de lecturas de la mano de San Mateo, quien nos acompañará cada fin de semana, del mismo modo que Lucas lo hizo hasta el domingo pasado. Se me ocurren dos espacios para preparar y una certeza que nos sostiene.
“Lo cotidiano se vuelve mágico”, canta Peteco Carabajal a las manos de su mamá, amasadoras de pan y de vida. Pensaba precisamente que lo cotidiano es ese lugar decisivo en el que tengo que estar atento, preparado, vigilante. “la gente comía, bebía y se casaba...”. Lo que le sucedió a la gente del tiempo de Noé es que vivía descuidadamente, sin estar preparados, ‘en otra’. Jesús nos alerta a estar prevenidos, preparados, atentos a su venida; ya que ésta, al igual que el diluvio, llega para todos, nadie se la va a perder; lo que es diferente es cómo está cada uno en ese momento. ¡Qué nada nos aparte del plan de Dios para la propia vida! Y aquí, lo cotidiano esconde en sí mismo oportunidad y trampa. Oportunidad, porque es el espacio sagrado en el que tengo todo a mi alcance para poder ser lo que Dios sueña de mí, desplegar todo lo que soy, y así esperar a Jesús que viene; trampa, porque la misma cotidianidad, si no tengo la mirada en lo eterno y en su hondura, me puede llevar a un comportamiento autómata, rutinario, gris, en el que un día sigue al otro sin más, en el que andamos ciegos de esperanza, postergando entrega, servicio y palabras decisivas y sanadoras, mudos del ‘te quiero’, del ‘perdoname’ y del ‘gracias’; sin escuchar la voz dulce del que me dice “yo estoy contigo todos los días”, “no temas”. Reparemos en nuestra cotidianidad, en lo que hago todos los días, en las personas con las que vivo, en nuestros diálogos, si los hay y sino en el poder generarlos; el trabajo, los lugares que frecuento, las fiestas en las que participo. Allí me encuentra cotidianamente el Señor, a esa realidad ama venir; y de ese modo me preparo también al encuentro definitivo. ¡No nos durmamos!
El otro espacio, decisivo, crucial, que debo preparar es hacia adentro, en el corazón. Qué bueno que en este tiempo de Adviento podamos disponer algún lugarcito para la espera, sea donde irá el pesebre, o el altarcito, o crear un lugar nuevo, incluso en el escritorio o cerquita de la puerta; pero sobre todo ¡Qué bueno que podamos encontrar un espacio de interioridad! Rezando a la mañana, antes de acostarme, 3 minutos de silencio, de ponerme en sus manos cada día en el horario que más me convenga (y le convenga). Algo distinto que me ayude a preparar el corazón, en este tiempo en el que estamos cerrando etapas, en medio del mundial, casi llegando a fin de año. Hasta existen apps que nos pueden ayudar, hace poco descubrí ‘Rezando voy’, y me parece excelente para esto que estamos compartiendo; pero también nos podemos servir de retiros por youtube, posteos de instagram, lecturas, el evangelio de cada día, algo. ¡No perdamos más tiempo! ¡Hagámoslo!
Dice el evangelio: “de dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada”. Están haciendo lo mismo, quehaceres cotidianos, trabajando en lo que tienen que hacer. ¿Cuál es la diferencia? Podemos pensar que ésta se da en el corazón, en lo que transcurría dentro suyo. Dispongamos entonces el corazón para el encuentro, para ser más fiel discípulo, para revestirlo de Jesús, como culmina la segunda lectura de hoy.
“Cuando venga el Hijo del hombre”... “vendrá a la hora menos pensada”.. Nadie sabe, ni siquiera el Hijo (v. 36), ni el día ni la hora. Pero la certeza que nos sostiene y que acompaña este hermoso tiempo es precisamente Quién es el que se nos acerca. ¡Nunca lo olvidemos! Que el fuerte colorido apocalíptico de los textos; no nos haga perder los matices bellos y tiernos del Reino anunciado por Jesús. El que viene es Jesús de Nazaret, Palabra definitivamente amorosa del Padre. ¡Dios es Jesús! Si no lo conocemos o podemos dudar del modo en el que se nos acerca, abramos los evangelios y contemplemoslo. Viene a abrazarnos, a llevarnos consigo; por eso queremos preparar el corazón de la mejor manera, y también nuestra cotidianidad para poder encontrarlo, ya que Él viene siempre. Él nos sigue diciendo: “No teman, soy Yo”. A preparar, entonces, su venida, cambiando nuestras rutinas, disponiendo nuestra cotidianidad para poder desplegarnos discípulos fieles, y revistiendo el corazón de Jesús, para poder encontrarlo, recibirlo, anunciarlo, y serlo para los demás.
Lecturas: /contenido/601/estemos-en-vela-porque-no-sabemos-que-dia-vendra-el-senor
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
Los pequeños abusos que podamos padecer, las injusticias, rechazos o incomprensiones que podamos sufrir, son heridas que un día cicatrizarán para siempre. Hemos de aprender a mirar con más fe las cicatrices del Resucitado.
Dejemos que Jesús camine esta semana santa junto a nosotros, hagamos que nuestra Jerusalén se transforme en espacio de Salvació.
Para adorar el misterio de un «Dios crucificado» no basta celebrar la Semana Santa; es necesario además acercarnos más a los crucificados, semana tras semana.
¿Quién nos enseñará a mirar hoy a la mujer con los ojos de Jesús?, ¿quién introducirá en la Iglesia y en la sociedad la verdad, la justicia y la defensa de la mujer al estilo de Jesús?
Hoy a quienes viven lejos de él y comienzan a verse como «perdidos» en medio de la vida.
Hay lugar cierto para el amor político. Hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que levantan y rehabilitan al caído para que el bien sea común.
Los pequeños abusos que podamos padecer, las injusticias, rechazos o incomprensiones que podamos sufrir, son heridas que un día cicatrizarán para siempre. Hemos de aprender a mirar con más fe las cicatrices del Resucitado.
Es esta alegría la que debe caracterizar nuestro modo de proceder para que sea eclesial, inculturado, pobre, servicial, libre de toda ambición mundana".
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
“El pontificado de Francisco, señaló su eminencia Cardenal Rossi, fue un pontificado gestual, porque con sus palabras, pero sobre todo con sus gestos, nos hizo saber que otro mundo es posible",