Jesús libera de miedos, infunde confianza en Dios, anima a las personas a buscar un mundo nuevo.

Necesitamos una palabra más liberada de la seducción del poder y más llena de la fuerza del Espíritu. Una enseñanza nacida del respeto y la estimación de las personas, que genera esperanza y cura heridas.

General - Comunidades Eclesiales28/01/2024José Antonio PagolaJosé Antonio Pagola
Jesús autoridad

ENSEÑAR COMO ENSEÑABA JESÚS

El modo de enseñar de Jesús provocó en la gente la impresión de que estaban ante algo desconocido y admirable. Lo señala el evangelio más antiguo y los investigadores piensan que fue así realmente. Jesús no enseña como los «letrados» de la Ley. Lo hace con «autoridad»: su palabra libera a las personas de «espíritus malignos».

No hay que confundir «autoridad» con «poder». El evangelista Marcos es preciso en su lenguaje. La palabra de Jesús no proviene del poder. Jesús no trata de imponer su propia voluntad sobre los demás. No enseña para controlar el comportamiento de la gente. No utilice la coacción.

Su palabra no es como la de los letrados de la religión judía. No está revestida de poder institucional. Su «autoridad» nace de la fuerza del Espíritu. Proviene del amor a la gente. Busca aliviar el sufrimiento, curar heridas, promover una vida más sana. Jesús no genera sumisión, infantilismo o pasividad. Libera de miedos, infunde confianza en Dios, anima a las personas a buscar un mundo nuevo.

A nadie se le oculta que estamos viviendo una grave crisis de autoridad. La confianza en la palabra institucional está bajo mínimos. Dentro de la Iglesia se habla de una fuerte «devaluación del magisterio». Las homilías aburren. Las palabras están desgastadas.

¿No es el momento de volver a Jesús y aprender a enseñar como lo hacía él? La palabra de la Iglesia ha de nacer del amor real a las personas. Ha de ser dicha después de una atenta escucha del sufrimiento que hay en el mundo, no antes. Ha de ser cercano, acogedor, capaz de acompañar la vida doliente del ser humano.

Necesitamos una palabra más liberada de la seducción del poder y más llena de la fuerza del Espíritu. Una enseñanza nacida del respeto y la estimación de las personas, que genera esperanza y cura heridas. Sería grave que, dentro de la Iglesia, se escuchara una «doctrina de letras» y no la palabra curadora de Jesús que tanto necesita hoy la gente para vivir con esperanza.

Lecturas: Marcos 1,21b-28

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