
...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.
Cuando se oculta la verdad existe el riesgo de que vayan desapareciendo los contornos del «bien» y del «mal». Ya no se puede distinguir con claridad lo «justo» de lo «injusto».
General - Comunidades Eclesiales02/03/2025 José Antonio Pagola
José Antonio Pagola
LA FALTA DE VERDAD
La veracidad ha sido siempre una preocupación importante en la educación. Lo hemos conocido desde niños. Nuestros padres y educadores podían «entender» todas nuestras travesuras, pero nos pedían ser sinceros. Nos querían hacer ver que «decir la verdad» es muy importante.
Tenían razón. La verdad es uno de los pilares sobre los que se asienta la conciencia moral y la convivencia. Sin verdad no es posible vivir con dignidad. Sin verdad no es posible una convivencia justa. El ser humano se siente traicionado en una de sus exigencias más hondas.
Hoy se condena con fuerza toda clase de atropellos y abusos, pero no siempre se denuncia con la misma energía la mentira con que se intenta enmascararlos. Y, sin embargo, las injusticias se alimentan siempre a sí mismas con la mentira. Solo falseando la realidad fue posible hace unos años llevar a cabo una guerra tan injusta como fue la agresión a Iraq.
Sucede muchas veces. Los grupos de poder ponen en marcha múltiples mecanismos para dirigir la opinión pública y llevar a la sociedad hacia una determinada posición. Pero con frecuencia lo hacen ocultando la verdad y desfigurando los datos, de manera que las gentes llegan a vivir con una visión falseada de la realidad.
Las consecuencias son graves. Cuando se oculta la verdad existe el riesgo de que vayan desapareciendo los contornos del «bien» y del «mal». Ya no se puede distinguir con claridad lo «justo» de lo «injusto». La mentira no deja ver los abusos. Somos como «ciegos» que tratan de guiar a otros «ciegos».
Frente a tantos falseamientos interesados siempre hay personas que tienen la mirada limpia y ven la realidad tal como es. Son los que están atentos al sufrimiento de los inocentes. Ellos ponen verdad en medio de tanta mentira. Ponen luz en medio de tanta oscuridad.

...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.

Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura.

"La familia es el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Es allí donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos",

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas.

...nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Esta parábola es la crítica más implacable de Jesús a la indiferencia ante el sufrimiento del hermano.

...nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas.

"La familia es el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Es allí donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos",

Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura.

...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.