
...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.
En nuestra «civilización del poseer», casi nada hay gratuito. Todo se intercambia, se presta, se debe o se exige. Nadie cree que «es mejor dar que recibir».
General - Comunidades Eclesiales31/08/2025
José Antonio Pagola
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Hay una «bienaventuranza» de Jesús que los cristianos hemos ignorado. «Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú si no pueden pagarte». En realidad se nos hace difícil entender estas palabras, pues el lenguaje de la gratuidad nos resulta extraño e incomprensible.
En nuestra «civilización del poseer», casi nada hay gratuito. Todo se intercambia, se presta, se debe o se exige. Nadie cree que «es mejor dar que recibir». Solo sabemos prestar servicios remunerados y «cobrar intereses» por todo lo que hacemos a lo largo de los días.
Sin embargo, los momentos más intensos y culminantes de la vida son los que sabemos vivir la gratuidad. Solo en la entrega desinteresada se puede saborear el verdadero amor, el gozo, la solidaridad, la confianza mutua. Dice Gregorio Nacianzeno que «Dios ha hecho al hombre cantor de su irradiación», y, ciertamente, nunca el hombre es tan grande como cuando sabe irradiar amor gratuito y desinteresado.
¿No podríamos ser más generosos con quienes nunca nos podrán devolver lo que hagamos por ellos? ¿No podríamos acercarnos a quienes viven solos y desvalidos, pensando solo en su bien? ¿Viviremos siempre buscando nuestro interés?
Acostumbrados a correr detrás de toda clase de goces y satisfacciones, ¿nos atreveremos a saborear la dicha oculta, pero auténtica, que se encierra en la entrega gratuita al que nos necesita? Ese seguidor fiel de Jesús que fue Charles Péguy vivía convencido de que, en la vida, «el que pierde, gana».

...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.

Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura.

"La familia es el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Es allí donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos",

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas.

...nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Esta parábola es la crítica más implacable de Jesús a la indiferencia ante el sufrimiento del hermano.

...nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas.

"La familia es el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Es allí donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos",

Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura.

...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.