
...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.
"Para los acostumbrados a las malas noticias". Reflexión Dominical. II Domingo de Adviento
General - Comunidades Eclesiales06/12/2020 Mario Daniel Fregenal
En este segundo domingo del Tiempo de Adviento, hemos leído el inicio del Evangelio de Marcos: “Comienzo de la Buena Noticia de Jesús. (...) Una voz grita en el desierto: preparen el camino”. Así comienza el segundo evangelio, presentando a Jesús como buena noticia y a Juan Bautista como la voz que grita en el desierto. En un contexto como el que estamos atravesando, al final de un año dificilísimo, con una pandemia que inesperadamente nos sorprendió, en medio de noticias tristes, con las fuerzas que escasean, sintiéndonos sin un horizonte claro muchas veces; estamos llamados a ser como Juan el Bautista: prepararle el camino a Jesús y gritar en innumerables desiertos; incluso en el que nos afecta personalmente a cada uno, con la única certeza de la veracidad del mensaje gritado y la fidelidad del que nos envía. ¡Qué desafiante misión la nuestra! Debemos sentir en la hondura de nuestro interior, la mejor noticia: ¡Jesús, incondicionalmente amoroso, viene a nuestro encuentro! Experimentándolo así, buena noticia, no podemos aguantarlo, guardárnoslo para nosotros, es imposible, necesitamos gritarlo para que todos se enteren. El desierto se convierte en manantial. Todo desierto personal cobra poco a poco horizonte y sentido.
Por lo tanto, cuán necesario es, para no errar el camino o, eventualmente, para enderezar la marcha desviada, escuchar a Jesús en su Palabra. Escucharla en la Sagrada Escritura pero también experimentarla en la vida del Pueblo y en lo hondo de nuestro interior. Somos grito de esa Palabra que es buena noticia, la mejor, la más amorosa, conveniente, necesaria y vital. Existen muchos desiertos, propios y cercanos que necesitan escuchar la Buena Noticia de Jesús, enviado del Padre y anunciador incansable de su Reino en el que ese Papá suyo, nos quiere hermanos, hermanas y felices. Como anunciadores, a imagen del bautista, lo más importante para gritar es escuchar. Todo anuncio viene precedido de la escucha. Sino voy a terminar gritando palabras vacías, huecas; o incluso palabras convencionalmente buenas, o citas de la biblia de memoria, o doctrina, pero no algo que haya resonado en mi interior, que me haya hecho vibrar. ¿Encontramos en Jesús la mejor noticia?, ¿Mi anuncio, mi grito, es fruto de su escucha cotidiana e interpelante que me hace vibrar?
“Así se presentó Juan Bautista en el desierto”. ¡Cuánto para aprender de Juan! Su misión es preparar el camino a Jesús; un camino en el que el mismísimo Dios marcha con nosotros. Juan no es el protagonista, él señala, se corre, no es el centro sino que se sabe instrumento. Seguramente habrá sido para él una tentación grandísima creerse el Mesías. Pero Juan se sabe parte de un proyecto más grande, de un plan trazado desde antiguo en el que el único protagonista es Dios, “Según está escrito, Yo envío a mi mensajero”. Pienso para todos los que componemos la Iglesia, nuestra misión es señalar a Jesús, conducir a la gente hacia él. Una tentación personal y eclesial será guiar a la gente hacia nosotros mismos y no hacia Jesús. Al actuar así, nos creemos protagonistas, y somos injustos con los que pasaron antes y pasarán después, y también con las otras comunidades, y sobre todo con el que nos llamó. Nuestra misión es la de Juan, servir y preparar el camino para que Jesús sea buena noticia para los acostumbrados a las malas noticias. Misión humilde y servidora, que no se acobarda por todo lo que hay que hacer en el desierto, sino que esperanzadamente anuncia al que es más poderoso, el que bautiza con el fuego del Espíritu. ¿Qué Iglesia somos? ¿Accidentada por salir a anunciar a Jesús en medio del sol del desierto o replegada en ‘sus cositas’, intentando ocupar el lugar de su Señor?, podría decir Francisco.
“Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él”. La gente de Judea y Jerusalén, que tenía el Templo cercano para ganarse el favor de Dios, sale a encontrarse con el Bautista. Juan estaba en el desierto y su aspecto estaba alejado de todo lujo, bienestar o acomodamiento. Sin embargo, Marcos nos cuenta que grandes multitudes acudían a él. ¡Hay que tener ganas de movilizarse, encima al desierto y para colmo a escuchar a uno medio pinta de vagabundo! Pienso para mí y para todo lo que hacemos como Iglesia: cuando hay un anuncio convencido, cuando hay honda experiencia de Dios ofrecida, la gente acude. Lo vemos en la religiosidad popular pero también en distintos movimientos o líderes. ¿No sentimos que muchos se acercaron a la fe por esta pandemia? Cuando hay experiencia convencida y cercana de Dios no importa el atravesar largas distancias, soportar el calor del desierto o escuchar mensajes cargados de exigencias. La gente tiene sed honda de Dios y nosotros tenemos en Jesús nuestro manantial. Si Jesús es nuestra mejor noticia. ¿No deberíamos anunciarlo más convencidamente?

...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.

Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura.

"La familia es el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Es allí donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos",

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas.

...nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Esta parábola es la crítica más implacable de Jesús a la indiferencia ante el sufrimiento del hermano.

...nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas.

"La familia es el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Es allí donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos",

Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura.

...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.