SOMOS MIRADOS, AMADOS Y LLAMADOS

III Domingo Tiempo Ordinario

General - Comunidades Eclesiales24/01/2021 Mario Daniel Fregenal
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En este III Domingo del tiempo Ordinario, escuchamos las primeras palabras de Jesús en el Evangelio de Marcos. Hoy es el inicio de su predicación pública presentada en términos de buena noticia, la mejor, la más necesaria: "el Reino de Dios se ha acercado. Conviértanse y crean en la Buena Noticia". El Reino, más allá de estar cerca y esperar que nosotros vayamos y nos acerquemos a él, se ha acercado a nosotros, es Dios mismo quien se pone en movimiento, y en Jesús quiere acercársenos con su Reino. ¡Es él quien toma la iniciativa! ¡Dios se nos acercó en Jesús! ¡Se hizo vecino nuestro, nuestro prójimo!

Jesús acabada su experiencia en el desierto, habiendo vencido el dominio del enemigo, quiere compartirnos su triunfo y hacernos parte de su victoria, anunciándonos la inauguración, en su persona, del reinado de Dios, del dominio servidor de su Papá bueno. Sabía que este anuncio gozoso no será fácil, que encontrará prontamente resistencias, de hecho acababan de encarcelar al Bautista, pero las ganas inmensas que Dios tiene de compartirnos su reino no pueden ser silenciadas, y para gritarlas fue enviado Jesús.

De parte nuestra sólo se nos pide volver a él (convertirnos), que ya se nos acercó, y adherir (creer) a su buena noticia que es la que más nos conviene.

Si lo primero que hace Jesús es proclamar, lo segundo es 'orillar', ver y llamar. "Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés...avanzando un poco vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan". Siempre me gusta cuando los evangelistas se detienen en la mirada de Jesús. Jesús es el que está siempre en movimiento hacia nuestras vidas, nuestros esfuerzos, nuestros trabajos y tareas; le gusta mucho pasar y contemplarnos. 

De los llamados discípulos sólo se dice qué hacían en ese momento. No sabemos nada de su formación, sus actitudes, su corazón; nada. Solo que fueron vistos por Jesús cuando intentaban 'remarla', en sus esfuerzos por vivir, haciendo lo que cotidianamente hacían. ¡También nosotros!

Jesús dirige hacia ellos y hacia nosotros su mirada amorosa, contempla todo lo que hacemos cotidianamente en nuestros intentos por ser mejores, por llevar el pan a nuestras casas, en eso que creemos que nadie ve, o sentimos que nadie agradece, en nuestra búsqueda de caminar más fielmente sus pasos. Él siempre pasa y nos ve. Ve todo lo que somos y confía en todo lo que somos capaces. Así vio a los dos pares de hermanos, como pescadores pero capaces de dejarlo todo para seguirlo como discípulos. Jesús conoce a fondo nuestras capacidades, nuestra potencia de Reino. A ellos los mira pescadores pero los sabe discípulos. A nosotros nos mira conociendo nuestra historia de miserias y límites, pero creyendo en todo lo que podemos llegar a ser, porque confía infinitamente en nosotros. Nos contempla pan cuando todavía no nos animamos a la espiga, y apenas amagamos brotar en semilla.

"Síganme, yo los haré pescadores de hombres... los llamó". Ese que primero los vio ahora los llama. En su mirada ya estaba contenida la Palabra que llama. Todos somos mirados, amados y llamados.

Jesús sigue pasando, nos sigue viendo y continúa llamándonos a todos y todas sin excepción; nos comparte su proyecto que es buena noticia, nos invita a caminar tras él, anunciando que Dios se nos ha acercado definitivamente. Nunca la misión, ni siquiera la de Jesús, es en solitario. Siempre es uniendo esfuerzos y búsquedas, comunitariamente, con lugar para todos y todas, hermanadamente y buscando hermanar. Jesús mismo, a la hora de iniciar su movimiento llama él a sus discípulos que lo ayudarán. Dios nos hermana en misión con él. ¡Qué increíble! 

Increíble porque resulta que el que proclamaba la conversión, que volvamos, es el que se nos acerca, que vuelve hacia nosotros; el que anuncia la buena noticia se hace él mismo buena noticia; y el que nos pide que creamos es el que cree infinitamente en el despliegue de nuestras capacidades junto a él. En Jesús, Buena Noticia, el Padre Dios se convierte a nosotros, camina nuestras orillas y límites, y viéndonos y creyendo en nosotros, nos llama a seguirlo. Que su mirada gratuitamente amorosa nos ayude a decirle siempre sí en la bella aventura de seguirlo y anunciarlo.

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