
...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.
Jesús se hace presente en medio de nuestros miedos, cruces, llagas, fracasos, oscuridades para darnos su Paz
General - Comunidades Eclesiales11/04/2021 Mario Daniel Fregenal
Cada segundo domingo de Pascua, llamado de la misericordia, leemos siempre el mismo evangelio. Sin embargo, este año, en este contexto de pandemia, suena bien distinto, por lo menos es lo que me parece en nuestro país. Se incrementan las cifras de contagiados y en muchos lugares las salas de internación están colapsadas. En medio de tanta incertidumbre, tanto temor, tantos contagios y llagas, tantos justificados miedos a causa de ello, escuchamos providencialmente: “llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos (discípulos encerrados por temor), les dijo: ¡La Paz!”. ¡Cuánto necesitamos, también nosotros, de la Paz de Jesús! Hoy, muchos tenemos miedo, como los discípulos, temerosos. Hoy también Jesús se hace presente en medio de nuestros miedos, cruces, llagas, fracasos, oscuridades para darnos su Paz. No una paz carente de problemas, sino la Paz que nace de saberse acompañado y sostenido por el Padre en medio de nuestras llagas, temores e incertidumbres. Hoy más que nunca Jesús nos dice en medio de nuestros miedos: ¡Paz! Y nos envía a hacernos cargo de nuestras llagas, heridas, miedos, en fin, de nuestra historia entera; pero también de sus llagas presentes en tantos hermanos y hermanas a los que este tiempo golpea más fuerte. El lugar de Jesús en el evangelio de hoy es en medio de sus discípulos con miedo. Quedémonos con este mensaje tan necesario hoy: ¡Paz!
Pero la paz de Jesús, no es como la que da el mundo (Jn 14, 27). La paz que anuncia Jesús es comprometida, nunca queda en nosotros solamente, sino que busca acrecentarse, y requiere de nuestro compromiso para que más gocen de ella. De allí el envío: “Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. A esos discípulos, que lo habían abandonado y que ahora, temerosos a pesar que a la mañana recibieron el anuncio de María Magdalena, Jesús envía después de mostrarles las llagas. El Resucitado es el crucificado. Jesús no reniega de las llagas, sino que se autopresenta con ellas. Así envía a sus amigos a anunciarlo, también con su historia dolorosa, con sus llagas de dolor, miedo y fracaso, con sus negaciones y traiciones, encierros, temores y ganas de salir. Experimentando a Jesús resucitado en medio de nuestros miedos y encierros, somos enviados para compartir a otros su Paz, continuar su misión que es la de Dios. Nuestra misión se origina en el seno del Padre Dios, en el interior de la Trinidad, para ser y hacer lo que Dios haría en el mundo, ser continuadores de su misión: pacificar corazones, de llevar alivio y sosiego, de ayudar a enfrentar este tiempo de miedos y oscuridades con la certeza de sabernos sostenidos por el Padre, hacernos cargo de quienes son hermanas y hermanos nuestros, acercarnos a Jesús llagado de mil modos para sanar sus dolores. ¡Somos caricia de Dios!
Por último, leemos cada año la afirmación más solemne del Nuevo Testamento, de labios del ‘incrédulo’ Tomás: “Señor mío y Dios mío”. A Jesús resucitado se lo experimenta en la comunidad. Como Tomás no estaba con ellos se perdió el encuentro con Cristo. Pero lo importante siempre es el deseo intenso del resucitado de encontrar a Tomás y a nosotros, por eso, ocho días más tarde regresa.
Todos creemos por lo que otros y otras nos dijeron: “hemos visto al Señor”. Todos llegamos leyendo hasta aquí porque alguien nos trajo a la Iglesia, alguien nos anunció su propia experiencia de Dios. Desde esta certeza me permito darle algo de razón a Tomás, hoy. Claro que a Jesús se lo experimenta en la comunidad, de hecho si estás leyendo esto, es precisamente porque crees que soy hermano tuyo en esta comunidad; pero no menos importante es lo que pide Tomás: “ver”, “tocar” para “creer”, hacer experiencia cercana y sensible del Señor resucitado, no repetir lo que otros le dijeron: “hemos visto al Señor”, quiere él también hacer experiencia de ese encuentro con el resucitado personalmente. Y se ve que para Jesús también es importante porque ocho días más tarde regresa. ¡Qué bueno hoy proponernos volver a la primera experiencia de encuentro con Jesús! Que busquemos encontrarnos una y otra vez con él, vivo y presente a nuestro lado, que nos regala su paz en medio de las pruebas y que nos envía a comprometernos con la justicia y la vida del Reino. No somos repetidores de lo que nos dijeron, somos testigos de lo que hemos visto y oído:
"Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos. Porque la Vida se hizo visible, y nosotros la vimos y somos testigos, y les anunciamos la Vida eterna, que existía junto al Padre y que se nos ha manifestado." (1Jn 1, 1-2)
Alegres y felices porque el Resucitado nos regala su Paz y nos envía a compartirla, que anunciemos a otros y otras nuestra propia experiencia de encuentro personal con Él y en la comunidad que nos hermana, sobre todo a tantas y tantos hermanos llagados por diversas heridas; que seamos para ellos caricia del Padre, como lo fue Jesús.

...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.

Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura.

"La familia es el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Es allí donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos",

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas.

...nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Esta parábola es la crítica más implacable de Jesús a la indiferencia ante el sufrimiento del hermano.

...nada hay más urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo, es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.

Para vivir de manera agradecida es necesario reconocer la vida como buena; mirar el mundo con amor y simpatía; limpiar la mirada cargada de negativismo, pesimismo o indiferencia para apreciar lo que hay de bueno, hermoso y admirable en las personas y en las cosas.

"La familia es el primer espacio de contención, de escucha, de ternura. Es allí donde aprendemos a compartir, a cuidar, a resistir juntos",

Los pobres no están abandonados a su suerte. Dios no es sordo a sus gritos. Está permitida la esperanza. Su intervención final es segura.

...cuando se vean rechazados por la sociedad, sapan que Dios los acoge; cuando nadie les perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón.