Ser como Jesús, para ello tenemos su Espíritu Santo!!

La experiencia del Espíritu Santo, además de ser un don personal que, en la medida en que soy dócil a su inspiración, hace que yo sea más pleno, más yo mismo, más aquello para lo cual fui creado, es una experiencia de por sí comunitaria. Jesús se hace presente a través del Espíritu Santo en medio de una comunidad reunida.

General - Comunidades Eclesiales23/05/2021 Mario Daniel Fregenal
Pentecostés 2021

Estamos celebrando el domingo de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo que anima la misión de la Iglesia para hacerla más parecida a Jesús. 

Tanto en el evangelio como en la primera lectura vemos a los discípulos reunidos en un mismo lugar. La experiencia del Espíritu Santo, además de ser un don personal que, en la medida en que soy dócil a su inspiración, hace que yo sea más pleno, más yo mismo, más aquello para lo cual fui creado, es una experiencia de por sí comunitaria. Jesús se hace presente a través del Espíritu Santo en medio de una comunidad reunida.

Reunida en memoria suya, permaneciendo en su amor. Imaginamos en estos discípulos recuerdos, lágrimas, reproches, divisiones, encuentros, miedos, reclamos, pero reunidos por Jesús, por su amor, y por el amor que ellos le tenían. Tan distintos todos, pero reunidos y permaneciendo en su amor.

Reunida y haciendo memoria del que los llamó, recordándose unos a otros quién es cada uno.

Reunida a pesar de los acontecimientos que nos hacen escasear la fe: una enfermedad, un duelo, un dolor, algo absurdo, una injusticia. Los discípulos tenían bien presente el drama de la cruz, de abandonar al maestro, de la muerte del más bueno de todos, del único que nos enseñó de veras a vivir, el que hacía el bien siempre y sin distinción.

Reunida a pesar de las dudas. “Al atardecer... o anocheciendo...”, nos dice el evangelio. La noche en el evangelio de Juan representa esa fe chiquita, que quiere crecer y creer más, pero que le cuesta.

Reunida a pesar de nuestros encierros y miedos. Tanto para pensarnos en estos días.

“Llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos”. Nosotros, nuestras reuniones, asambleas, comunidades, grupos, debemos darle el centro a Jesús. Porque, como acabamos de ver, el obstáculo para Jesús no es la falta de fe, los miedos y encierros; sino que no le demos el lugar que necesita para transformarnos, para soplarnos su fuerza renovadora y ayudarnos a entregar lo más lindo que tenemos. La única puerta que no puede traspasar es la de nuestra libertad. Él quiere que le demos lugar. ¡Jesús, te necesitamos en medio nuestro! ¡Soplá tu Espíritu en nosotros otra vez!

Para que nos ayude a salir a anunciarte porque vivimos encerrados en la nuestra. Para abrir de par en par las puertas de nuestra indiferencia.

Para alejar de nosotros los miedos que nos frenan. Miedos que a veces provienen de afuera y otras veces de nosotros mismos, nuestros complejos, inseguridades.

Para que nos ayudes a resignificar las llagas. Porque siempre te mostrás como el crucificado. Anuncias la paz mostrando que tus llagas tienen sentido, en ellas está la vida. 

Con vos Jesús, nuestros duelos, cruces, inseguridades, enfermedades y todo lo que nos angustia, encuentran un compañero de camino y alguien que les da sentido.

Para sentir la paz de saber que caminas con nosotros en medio de las cruces, persecuciones, y heridas.

Que el soplo de tu Espíritu quite de nuestros ojos todo lo que no nos deja verte, contemplarte tal y cómo sos. Sólo así seremos fieles a nuestra misión de ser vos, 2000 años después, como tus amigos: “Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor”.

Que tu Espíritu nos ponga en “modo Jesús” para continuar tu buena noticia.

Nos haga luchar para liberar a las personas de los pecados que esclavizan, entristecen, alejan, lastiman.

Nos haga ser creativos, animándonos a salir de nuestras seguridades, y nos desacomode para -como en la primera lectura- hablar nuevas lenguas.

El soplo no se ve, es viento. Sólo se ven las cosas que son conducidas por él, que son sopladas. Por eso, y más desde el plano personal, los discípulos estaban con las puertas cerradas por miedo. Para así no ser vistos, para que nadie entre, pero tampoco salga. Para de ese modo no llamar la atención, poder pasar desapercibidos, ocultos, sin problemas. Cuánto de esto tenemos todavía hoy. 

Que este Pentecostés nos haga ser fieles a la misión de Jesús, nos anime, nos mueva, nos haga testigos. Tenemos que ser como él y para eso tenemos su Espíritu Santo de nuestra parte. “Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Como discípulas y discípulos debemos hacer memoria comunitaria de Jesús y de nosotros mismos, para recordarnos unos a otros qué hizo Él y para qué estamos. Debemos hacer experiencia suya, verlo, contemplarlo, alegrarnos de que camina con nosotros. No nos ocultemos. Que el Señor nos dé el discernimiento para saber hablar y callar, pero nunca escondernos. Muchos y muchas tienen derecho a encontrarse con Jesús a través de mí, y yo quizá a veces quiero pasar desapercibido o cuido demasiado lo mío. ¡Soplá fuerte, Jesús! 

¡Feliz Pentecostés!

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