Dios no es sólo el ab-soluto, sino Dios-con-nosotros, para siempre.

La identidad de este niño-Dios que está por nacer nos incluye. El plan nuevo de Dios, su reino iniciado en Jesús, que lleva a la plenitud la historia de salvación; nos sigue involucrando. Dios sigue contando con nosotros.

General - Comunidades Eclesiales18/12/2022Mario Daniel FregenalMario Daniel Fregenal
Dios con nosotros

En este cuarto domingo de adviento, nos sale al cruce la figura del bueno de José. Leemos en el evangelio que el ángel le dice: “Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo”, Jesús significa, Dios salva. Si nos ponemos en la piel de José, Él recibe en sueños esta revelación que ya experimenta en carne propia; Jesús, enviado del Padre, Palabra buena de Dios para nosotros, lo salvó. 

Siempre que Dios entra en nuestra vida es para salvarnos, provocando un antes y un después. Así le pasó a nuestro protagonista en lo concreto del evangelio de hoy.

José, que era increíblemente bueno, antes de causarle daño alguno a María, y sin comprender qué fue lo sucedido en ella, “decide abandonarla en secreto”. ¡Cuántos sueños y proyectos habrá visto romperse en mil pedazos al enterarse que María esperaba un hijo que no era suyo! ¡Cuánto dolor y cuántas lágrimas habrá derramado el hombre de Dios! Si había alguien confiable, de seguro era ella; ¿qué pudo haber pasado? Sin embargo, José tiene un corazón tan grande y amaba tanto a María que, para que nadie diga nada de la mujer más increíble que conoció y de quien estaba profundamente enamorado, decide apartarse, alejarse, abandonarla y, al mismo tiempo, abandonarse él, abandonar sus sueños, sus proyectos. Porque seguramente se sentiría destruido.

Pero hay un antes y un después en la vida de José, que está marcado por la intervención de Dios en sueños, quien ofrece luz y perspectiva al panorama más desolador. Y es entonces cuando contempla el revés de la trama, y pasa de la amarga frustración, a la esperanza renovada; del saberse defraudado, a una confianza inconmovible en el Señor y en María; de experimentar la soledad más cruda, a la alegría infinita de tener consigo a la mujer soñada, la elegida del Padre, que porta en su seno la salvación. Para José, la peor pesadilla de su vida se transforma en el mejor sueño, porque es el sueño del Padre eterno que lo eligió para ser el padre de su Hijo. 

San José, en vos nos encontramos representados como Iglesia; ayudanos como vos a mirar con hondura la vida, para no estancarnos en la cruz sino, que podamos descubrir la pascua profunda que encierran los planes de Dios, que marcan un antes y un después en nosotros. Nuestra certeza es la que vos experimentaste: ¡Jesús es siempre salvación!

“Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado”. Reiteradamente en tiempo de adviento se nos habla de despertarnos; despertemos, llega Cristo. Me parece oportuno pedirle a San José que nos enseñe a despabilarnos para cumplir siempre la voluntad de Dios. Él se despierta y hace realidad el sueño. No se queda acostado, pasivo, ‘haciendo fiaca’ en la vida, dejando las cosas como están; tampoco se queda dando vueltas en el sueño, preguntando por él, cuestionándose. La respuesta es inmediata, como la de María en la visitación, “sin demora”. Se despierta y actúa, hace lo que el ángel le ordenó. Se despierta para hacer, para actuar, para salvar cuidando. Su actuar siempre será salvación para el niño y su Madre. Por eso lo eligió el Padre, porque se parece tanto a Él.

¿Cómo no dar gracias a Dios por estos compañeros de camino? ¿Cómo no amar a José y a María? Ambos fueron elegidos por Dios para educar el corazón divino de Jesús. ¡Qué bien elige Dios! ¡Cuánto para aprender de ambos! ¿Cómo no va a salir Salvador ese niño con papás tan solidarios, dispuestos, urgentes?

Pidamos en este adviento poder despertarnos para hacer, preparar, cambiar algo, enderezar alguna senda, allanar, tomar alguna iniciativa, ser más solidarios. No dejemos las cosas como están, algo debemos cambiar. Le pedimos a María y a José que nos ayuden a ser más salvación urgente.

“Emanuel, que traducido significa: Dios con nosotros”. La identidad de este niño-Dios que está por nacer nos incluye. El plan nuevo de Dios, su reino iniciado en Jesús, que lleva a la plenitud la historia de salvación; nos sigue involucrando. Dios sigue contando con nosotros, y esto es maravilloso. La identidad del niño que nace no es sólo trascendencia, distancia infinita;  su nombre no es “Dios” solo, el ab-soluto; sino “Dios-con-nosotros” para siempre.

Este Dios, cuyo deseo profundo es estar con nosotros; pide de nosotros respuesta, decisión, que queramos estar nosotros con Él, abrazando sus modos, caminando su Verdad, viviendo como Jesús. 

José y María, sintieron en su corazón a este Dios-con-ellos, y se entregaron por completo a ser-ellos-con-Él. ¿Nosotros, queremos ser-con-Dios? ¿Le queremos dar lugar a Él en nuestros pasos, decisiones, proyectos, cotidianidad? 

Dios quiere contar con nosotros, ¿nosotros queremos contar con Él? Entonces despertémonos, abracemos sus caminos y experimentémoslo salvador en nuestras vidas, que nos involucra en ser salvación para la vida de los demás, con urgencia y decisión.

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