Jesús nos primerea, se hace visita y Palabra.

En la palabra de Jesús, María se encontraba; y Jesús hablaba lo que salía de su corazón lleno de Dios y de los pobres. Nuestra gran misión es encontrarnos con Jesús, como María.

General - Comunidades Eclesiales16/07/2022Mario Daniel FregenalMario Daniel Fregenal
Siempe con vos

En este domingo 16° del Tiempo Durante el año nos encontramos con el pasaje siguiente al buen Samaritano, que es el de Marta y María en Lucas. En el Salmo respondimos: “Señor, ¿quién entrará en tu Casa?”, y continuaba con una serie de virtudes a modo de requisitos: el que obra rectamente, practica la justicia, dice la verdad, no calumnia, no hace el mal, etc. Pero en la primera lectura y en el Evangelio, lo grandioso no es que nosotros hacemos algo para entrar dónde Dios. ¡Él quiere entrar dónde nosotros!

“Mientras iba caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa”. Si bien la liturgia omite el comienzo, el versículo 38 completo dice eso. Destaco la imagen del camino, tan importante en esta segunda etapa del evangelio de Lucas que comenzó en 9, 51. Jesús va de camino hacia Jerusalén sabiendo lo que allí le espera. Sin embargo se detiene en casa de Marta, la marcha decidida deja lugar al encuentro con estas mujeres; la entrega salvadora se hace visita y Palabra, el camino es ahora hacia la hondura del corazón creyente. Y es que Jesús quiere encontrarse con estas hermanas, las primerea, quiere hablarles de su Padre bueno y del Reino; tomar la iniciativa y servirlas como lo hace con las multitudes humildes, ansiosas de escuchar una buena noticia. Jesús se da el tiempo para encontrarlas, para encontrarnos. Necesita visitarnos, que lo recibamos en la casa de nuestro corazón para conversar, que le demos lugar en lo profundo y concreto de nuestras vidas. Él siempre tiene la iniciativa de buscarnos y acercársenos, de querer entrar en nosotros, independientemente de cómo estemos, y hablarnos. Tengamos la casa ordenada o no, Él quiere venir a estar con nosotros, porque nos ama. ¿Somos conscientes de eso? ¿Procuramos encontrarnos con Él, detenernos, pasar tiempo de amistad con quien nos primerea para visitarnos, escucharnos, hablarnos?

Jesús no contrapone la oración por sobre el servicio, considerándola superior. El evangelio nos enseña ‘el desde dónde’ y con quién hacemos las cosas. 

En todo debemos encontrar a Jesús con nosotros. Servimos, ayudamos, misionamos y lavamos los pies, con Él, siempre. Cuando olvidamos eso, comienza a nacer en nosotros la queja amarga. Lo vemos en Marta: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola?” Con una sola pregunta ‘le pega’ a Jesús y a su hermana. Su problema no son las actividades ni el servicio, sino cómo los vivía. Lucas nos dice que estaba inquieta, nerviosa, dispersa, tensionada, absorbida. Lo imaginamos a Jesús con cuánta compasión la veía ir y venir, con cuánto amor; con el mismo amor que nos ve a nosotros visitando enfermos, jugando en patios, escuchando dolores, compartiendo lo que tenemos, organizando de mil maneras la vida para que el pan llegue a todos. Pero las muchas tareas no eran el problema de Marta, sino el sentirse “sola”. Tenía a Jesús con ella, y a su hermana, pero se siente sola, aislada. Por eso rompe el silencio, no para hablarle a María o para contarle algo a Jesús; lo hace para quejarse; sale de su aislamiento para expresarle a Jesús que “no le importa”, y a su hermana, que la “deja sola”. Desde allí pienso cuando nos olvidamos que Jesús está con nosotros en nuestro apostolado, cuando lo dejamos de lado, cuando no aparece en nuestros encuentros, visitas, juegos, trabajos, ¡y hasta catequesis y oraciones!. Pienso en mí como cura, puedo visitar enfermos, celebrar muchas misas, predicar o entregarme en miles de ministerios, y hasta estar preocupado por rezar todo el breviario, pero hacerlo sin Jesús, sin encontrarlo. Allí, seguramente tarde o temprano nacerá la queja, el mal humor, el sentirme solo. Pienso en los grupos o las personas, sea cuando caen en un activismo sin Dios, en el que nada los diferencia de una sociedad de fomento o club barrial; o cuando están más pendientes de los demás: la gente no se compromete, los jóvenes no vienen, los de cáritas dejan todo sucio, sirvo para que me acepten. ¿No será que también nos sentimos sin Jesús, como Marta?. ¿Acaso me olvido de que hago las cosas por y con Él? ¿No me pasa lo de Marta cuando hago las cosas por cumplimiento? Jesús era su huésped, fue a encontrarse con ella, y ella se sentía sola, inquieta, dispersa, y por ello, quejosa. 

Cada vez que visito a un enfermo, comparto el pan, converso con alguien o juego, lo hago en compañía suya, con y por Él. Tengo que ser consciente de ello, sentarme a sus pies y, desde allí salir a hacerme prójimo de los heridos de la vida, siempre con Él.

A diferencia de Marta, “María eligió la mejor parte”, dice Jesús refiriéndose a ella, pero seguramente también a Él. La elección de María fue bendición para el peregrino hermanador, buscador de encuentros. La ‘mateada’ entre ambos, el escucharse y profundizar la intimidad, saberse acompañados mutuamente es la mejor parte. En la palabra de Jesús, María se encontraba; y Jesús hablaba lo que salía de su corazón lleno de Dios y de los pobres. Nuestra gran misión es encontrarnos con Jesús, como María. Que su Palabra resuene en mi corazón, para lo cual debo dedicar tiempo a escucharlo, tiempo de calidad, en el que me detengo a sus pies para dejar de hablar, y sólo escuchar. Su Palabra busca resonar en cada corazón de una manera particular y única, generando en él, una melodía personal que ayudará a que muchos encuentren, en ella, a Él. Es necesario que la Palabra resuene en mí y en cada uno, para que cada uno, haciendo resonar su aporte personal, enriquezca la sinfonía del reino para el aquí y el ahora. Si yo no escucho, tan sólo repetiré lo oído por otros, lo ya escuchado, una música ajena, y el Reino sonará sin mi aporte personal, ese que Jesús hace vibrar en mi corazón de una manera distinta, melodiosa y única. De allí que es necesario que su Palabra haga eco en mí, por mí y por los demás. ¿Dedico tiempo para escuchar, para compartir con Él como amigo, para que su voz resuene en mí?

Lecturas: /contenido/531/a-los-pies-de-jesus

Te puede interesar
Lo más visto