
La vida nueva en el Espíritu no significa únicamente vida interior de piedad y oración.
La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo, enfrentado al estilo de vida que brota de la mentira y el egoísmo.
Somos Templo de su Espíritu Santo, somos Iglesia, somos Jesús para muchos y muchas que necesitan de Él. ¡Somos sagrados! ¡Gracias Jesús por hacerte uno con nosotros y en nosotros!
General - Comunidades Eclesiales13/11/2022El próximo domingo celebraremos Cristo Rey, solemnidad con la que terminamos el año litúrgico dando comienzo, dentro de dos semanas, al Adviento. El Evangelio de hoy nos presenta la última enseñanza pública de Jesús, según san Lucas. La liturgia nos propone leer sólo la primera parte.
“Como algunos, hablando del templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas”, Jesús les anuncia que todo eso será destruido. Hacía poco que había realizado el gesto profético de expulsar a los vendedores del Templo. Además, el evangelio de este domingo está inmediatamente a continuación del de la viuda que lo da todo. Jesús dice que ese modo de vivir la fe no va más, no puede seguir teniendo lugar. El templo había dejado de ser lugar de encuentro de todos con Dios, lugar de oración. De hecho, lo que la gente admiraba -y que genera la intervención de Jesús- era la fastuosidad, la hermosura de lo que construyó la mano humana, las ofrendas, el lujo, y no el espacio sagrado. Y es que Jesús enseñó de mil modos que Dios es gratis, no le tenemos que ofrecer nada, Él se nos da a todos por igual; el templo, por el contrario, no hacía más que legitimar desigualdades, sacrificios y holocaustos que la gente debía ofrecer para ganarse el favor de Dios. En el Evangelio de Juan, Jesús afirma que él es el nuevo Templo. Ya no tenemos que peregrinar a un lugar exclusivo, Él es el nuevo lugar de encuentro, de perdón, de oración. Por lo tanto, su vida, su Espíritu habitándonos que nos hace seguir sus huellas, abrazar sus opciones y preferidos, adherir a su proyecto; nos edifica templo nuevo. Nosotros también somos templo, porque formamos parte del Cristo total, somos su Iglesia, una Iglesia que, fiel a Jesús, asume rostro de comunidad viva, escuela, Hogar, visita, carpa misionera, patio de juegos, grupo juvenil, misión, campamento, mesa compartida, ronda de mate y fiesta del Reino, como las mesas de Jesús.
Somos Templo de su Espíritu Santo, somos Iglesia, somos Jesús para muchos y muchas que necesitan de Él. ¡Somos sagrados! ¡Gracias Jesús por hacerte uno con nosotros y en nosotros!
“no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi nombre diciendo ‘Soy yo’”. Me gusta pensar en la amistad que cada día buscamos profundizar con Jesús. Nadie me va a engañar acerca de mis amigos. Si vivo con la mirada puesta en el cielo esperando algún fenómeno o señal, no voy a caminar la vida al modo de Jesús, quien se embarró como nadie en nuestra historia; si vivo con miedo ante un futuro incierto, no voy a hacer memoria de lo compartido con Él por la Galilea de nuestra vida. Como que Jesús nos dijera, ya saben quién soy, cómo me gusta pisar las periferias y conversar con la gente humilde; conocen mi amor por la creación y el deseo de la mesa inclusiva, infinita y compartida; saben que el Reino es semilla y que Dios se hace presente todo el tiempo en nuestra vida, dándosenos gratis, con tal que le abramos el corazón; no se dejen engañar, somos amigos, me conocen como nadie. Conocemos quien viene y cómo es el modo en el que le gusta pasar entre nosotros. Si soy su amigo y día tras día busco profundizar el vínculo fundante con Él a través de la oración, la vida de la comunidad, la celebración de los sacramentos y la solidaridad, no me voy a dejar engañar por nadie que diga “soy yo”. ¡Qué importante es acrecentar mi amistad con Él! ¡Dios es Jesús! Si quiero saber cómo encontrarme con Él o de qué manera vendrá, el Evangelio y la huella que trazó desde Galilea a Jerusalén serán el criterio para reconocerlo. No hay sorpresas ni fenómenos aterradores, sino su camino comprometido y hundido en el barro nuestro. Ser su amigo hace que me haga responsable de la parte que me toca en la Iglesia, me hace discernir si esto que me dicen, es de Jesús o no; su Evangelio me hace profeta que denuncia lo que no es Jesús y anuncia su semilla creciendo junto a nosotros. Su amistad me constituye discípulo fiel. ¡Jesús, queremos ser tus amigos!
“esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí”, haciendo referencia a las persecuciones, encarcelamientos y cruces. Lo que nos hace frágil y nos afecta, como posibilidad de testimonio. Podemos reconocer en estas palabras, los últimos días de la vida de Jesús, lo que estaba viviendo en ese momento; pero también el rechazo que sufrió a lo largo de toda su huella. Estaba padeciendo injusticias, hostigamiento, amenazas como nadie; seguramente se sentía afectado porque muchos buscaban tenderle una trampa, sin haber hecho Él nada malo; tentado, quizá, a regresar a su tierra. Sin embargo, lejos de bajar los brazos o alejarse de Jerusalén, Jesús hizo de esas cruces, oportunidad para hablarnos de su Padre y su Reino. Pienso en mis fragilidades, en mis cruces, en lo que me afecta y vulnera; mis miedos, las cosas que me provocan angustia, las injusticias, el dolor. Nada de esto debería alejarme del camino abrazado; la fragilidad no debería avergonzarme, ni siquiera los miedos; sino, como Jesús, hacer de ello una excelente oportunidad para dar testimonio de su vida y la de sus discípulos, de su compañía irrenunciable, de su fuerza en mi debilidad, y que nada valgo si no es por y con Él. Si estoy atravesando angustia, incertidumbre, tristeza, fragilidad, miedo; Él los vive conmigo. “Gracias a la constancia salvarán sus vidas”, la nuestra y la de los demás a través de nuestro testimonio de fidelidad a pesar de lo gris o oscuro de la vida, conscientes y anunciadores de que la luz y los colores siempre triunfan. ¡Gracias Jesús por caminar con nosotros, siempre!
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La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo, enfrentado al estilo de vida que brota de la mentira y el egoísmo.
Bendecir es aprender a vivir desde una actitud básica de amor a la vida y a las personas. El que bendice vacía su corazón de otras actitudes poco sanas como la agresividad, el miedo, la hostilidad o la indiferencia.
El cristiano está llamado también a vivir sanando esta cultura. No es lo mismo ganar dinero sin escrúpulo alguno que desempeñar honradamente un servicio público, ni es igual dar gritos a favor del terrorismo que defender los derechos de cada persona.
Una comunidad basada en la «amistad cristiana» enriquecería y transformaría hoy a la Iglesia de Jesús. La amistad promueve lo que nos une, no lo que nos diferencia. Entre amigos se cultiva la igualdad, la reciprocidad y el apoyo mutuo.
Jesús no impone nada. No fuerza a nadie. Llama a cada uno «por su nombre». Para él no hay masas. Cada uno tiene nombre y rostro propios.
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
"...vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia".
El cristiano está llamado también a vivir sanando esta cultura. No es lo mismo ganar dinero sin escrúpulo alguno que desempeñar honradamente un servicio público, ni es igual dar gritos a favor del terrorismo que defender los derechos de cada persona.
Sólo un amor comprometido como fuerza lógica y mancomunada puede contrarrestar la sin-razón de un proyecto odio-violencia.
Bendecir es aprender a vivir desde una actitud básica de amor a la vida y a las personas. El que bendice vacía su corazón de otras actitudes poco sanas como la agresividad, el miedo, la hostilidad o la indiferencia.
La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo, enfrentado al estilo de vida que brota de la mentira y el egoísmo.