
La vida nueva en el Espíritu no significa únicamente vida interior de piedad y oración.
La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo, enfrentado al estilo de vida que brota de la mentira y el egoísmo.
Si en nosotros hay capacidad de amar, la tenemos que contagiar.
General - Comunidades Eclesiales18/06/2023 José Antonio PagolaEl reino de Dios no es solo una salvación que comienza después de la muerte. Es una irrupción de gracia y de vida ya en nuestra existencia actual. Más aún. El signo más claro de que el reino está cerca es precisamente esta corriente de vida que comienza a abrirse paso en la tierra. «Id y proclamé que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios». Hoy más que nunca deberíamos escuchar a los creyentes la invitación de Jesús a poner nueva vida en la sociedad.
Se está abriendo un abismo inquietante entre el progreso técnico y nuestro desarrollo espiritual. Se diría que el hombre no tiene fuerza espiritual para animar y dar sentido a su incesante progreso. Los resultados son palpables. A bastantes se les ve empobrecidos por su dinero y por las cosas que creen poseer. El cansancio de la vida y el aburrimiento se apoderan de muchos. La «contaminación interior» está ensuciando lo mejor de no pocas personas. Hay hombres y mujeres que viven perdidos, sin poder encontrar un sentido a su vida. Hay personas que viven corriendo, sumergidas en una nerviosa e intensa actividad, vaciándose por dentro, sin saber exactamente lo que quieren.
¿No estamos de nuevo ante hombres y mujeres «enfermos» que necesitan ser curados, «muertos» que necesitan resurrección, «poseídos» que esperan ser liberados de tantos demonios que les impiden vivir como seres humanos? Hay personas que, en el fondo, quieren volver a vivir. Quieren curarse y resucitar. Volver a reír y disfrutar de la vida, enfrentarse a cada día con alegría.
Y solo hay un camino: aprender a amar. Y aprender de nuevas cosas que exige el amor y que no están muy de moda: sencillez, acogida, amistad, solidaridad, atención gratuita al otro, fidelidad... Entre nosotros sigue faltando amor. Alguien lo tiene que despertar. A los hombres de hoy no los va a salvar ni el confort ni la electrónica, sino el amor. Si en nosotros hay capacidad de amar, la tenemos que contagiar. Se nos ha dado gratis y gratis lo tenemos que regalar de muchas maneras a quienes encontremos en nuestro camino.
La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo, enfrentado al estilo de vida que brota de la mentira y el egoísmo.
Bendecir es aprender a vivir desde una actitud básica de amor a la vida y a las personas. El que bendice vacía su corazón de otras actitudes poco sanas como la agresividad, el miedo, la hostilidad o la indiferencia.
El cristiano está llamado también a vivir sanando esta cultura. No es lo mismo ganar dinero sin escrúpulo alguno que desempeñar honradamente un servicio público, ni es igual dar gritos a favor del terrorismo que defender los derechos de cada persona.
Una comunidad basada en la «amistad cristiana» enriquecería y transformaría hoy a la Iglesia de Jesús. La amistad promueve lo que nos une, no lo que nos diferencia. Entre amigos se cultiva la igualdad, la reciprocidad y el apoyo mutuo.
Jesús no impone nada. No fuerza a nadie. Llama a cada uno «por su nombre». Para él no hay masas. Cada uno tiene nombre y rostro propios.
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
"...vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia".
El cristiano está llamado también a vivir sanando esta cultura. No es lo mismo ganar dinero sin escrúpulo alguno que desempeñar honradamente un servicio público, ni es igual dar gritos a favor del terrorismo que defender los derechos de cada persona.
Sólo un amor comprometido como fuerza lógica y mancomunada puede contrarrestar la sin-razón de un proyecto odio-violencia.
Bendecir es aprender a vivir desde una actitud básica de amor a la vida y a las personas. El que bendice vacía su corazón de otras actitudes poco sanas como la agresividad, el miedo, la hostilidad o la indiferencia.
La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo, enfrentado al estilo de vida que brota de la mentira y el egoísmo.