
El que cree, ya tiene, en presente, vida eterna. El que vive siendo pan para los demás, que entró en la lógica de Dios, y se deja habitar por Él como Templo de su Espíritu de vida incontenible, ya no muere más.
El que cree, ya tiene, en presente, vida eterna. El que vive siendo pan para los demás, que entró en la lógica de Dios, y se deja habitar por Él como Templo de su Espíritu de vida incontenible, ya no muere más.
La eucaristía es para quienes que están dispuestos a hacerse comida, dejarse comer, comprometerse en alimentar tantas hambres que existen hoy; y de los y las que quieren beber el cáliz de la entrega cotidiana.
Hay lugar cierto para el amor político. Hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que levantan y rehabilitan al caído para que el bien sea común.
Los pequeños abusos que podamos padecer, las injusticias, rechazos o incomprensiones que podamos sufrir, son heridas que un día cicatrizarán para siempre. Hemos de aprender a mirar con más fe las cicatrices del Resucitado.
Es esta alegría la que debe caracterizar nuestro modo de proceder para que sea eclesial, inculturado, pobre, servicial, libre de toda ambición mundana".
El «miedo» puede paralizar la evangelización y bloquear nuestras mejores energías. El miedo nos lleva a rechazar y condenar. Con miedo no es posible amar al mundo.
“El pontificado de Francisco, señaló su eminencia Cardenal Rossi, fue un pontificado gestual, porque con sus palabras, pero sobre todo con sus gestos, nos hizo saber que otro mundo es posible",