UNA PREGUNTA POLÍTICA ¿CUÁL ES EL LUGAR DE LA TEOLOGÍA? 

Una pregunta política sobre el lugar de la teología es una invitación a repensar los límites y umbrales de la fraternidad política en pleno siglo XXI. 

General - Pastoral Social24/02/2021 Diego Ramos
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En los últimos tiempos emergieron en la sociedad y a raíz del sostenimiento institucional de las democracias, incluidas sus imperfecciones, nuevas demandas, nuevas ciudadanías  que en algún punto, en mayor o menor nivel encuentran ecos en las teologías. Dichos ecos que justifican, legitiman y amplifican una y otra ciudadanía, uno y otro modelo de Estado, necesitan desde la interdisciplinariedad el análisis político. 

Días atrás, dos medios nacionales importantes (Pagina 12. 11/01/21 y La Nación. 13/01/21) se refirieron a la relación Iglesia-Estado, tal vez avizorando el debate postsecular que no resiste postergación. Este debate no deben darse desde los absolutos, o de la eliminación, sino más bien desde la concepción de la democracia agonal que no concibe la lógica amigo-enemigo. Para tales fines dialógicos, es necesario “desde el dónde”, estableciendo marcos y criterios epistemológicos. Una pregunta política sobre el lugar de la teología es una invitación a repensar los límites y umbrales de la fraternidad política en pleno siglo XXI. 

El año pasado, y por un medio escrito local salió la publicación a cerca de  la “fraternidad política”. Fraternidad, categoría religiosa de raíz cristiana que pudo formar parte del tríptico revolucionario (libertad, igualdad y fraternidad) mucho tiempo después de 1.789, hecho que le significó a lo largo de su historia la disputa por su sentido político y su eventual reconocimiento. Sentido político que suele desvanecerse cuando es invadida por el prejuicio político.

¿Qué significa conservar el sentido político de la fraternidad? En líneas generales, no solo el reconocimiento de su racionalidad política, sino también un dinamismo que implica visualizar una doble responsabilidad: el ejercicio de las mediaciones, las estrategias y  articulaciones, propio del campo de la política, como así también las reglas de juego dentro del espacio público, lugar donde se toman las decisiones para el bien de las ciudadanías en plural y la ampliación de los derechos. 

En los últimos años la utilización del relato religioso en el campo de la política fue mucho más evidente en América Latina. De un lado, actores provenientes del mundo empresarial expresando su vocación “salvífica” para purificar a la sociedad de la política y, del otro lado, el mesianismo político siempre presente en nombre de los más postergados… representan relatos de la anti política.“Una pregunta política” es tener presente que “en nuestro tiempo, si se quiere hablar sobre política, debe empezarse por los prejuicios que todos nosotros, sino somos políticos de profesión, albergamos contra ella”. Hannah Arendt. 

Este prejuicio político tiene el riesgo de la impugnación hacia la política y el Estado, no es casual que el debate público en ocasiones tome giros en torno a verdades. Interrogantes que conllevan afirmaciones tales como -Cuánto le sale al Estado la política, cuánto mal le hace la militancia a las instituciones o, simplemente saber cuánto dinero se llevó fulano o mengano- reducen estas y otras “verdades metafísicas” a ser la centralidad de la política: Cuando la demanda social es por verdades, y no por ampliación de derechos, salimos del campo de lo político y entramos en el campo de lo religioso, afirma la teóloga Argentina Emilce Cuda. 

Entre los teólogos se cuestionan la voluntad en que unos ponen más energía en la confianza del esfuerzo humano que en la confianza del don de Dios para resolver las ampliaciones de derechos de los “pobres”. Si es por ampliación de derechos, el problema no radica donde se pone el esfuerzo, el problema como tal estaría olvidar que la respuesta es política.

El hombre es a-político. La política nace en el Entre-los-hombres, por lo tanto completamente fuera del hombre, pero dentro de cualquier comunidad que  construye sentido político desde la racionalidad. Cuando de comunidad cristiana se trata, la distinción entre teología política y política teológica nos puede ayudar a profundizar un poco más. Metodológicamente podríamos comprender a “La teología política” desde “Lo político”, situación última en la que todo ciudadana/o incluso cristiano, vive su politicidad por que existe  sociedad organizada, pero sin intervención en las tomas de decisiones. Ahora bien, cuando se trata de asumir el compromiso de transformar las estructuras, disputar los sentidos y la agenda pública por los grupos organizados; nos ubicamos en “la  política teológica”, es decir desde “la política”, que además de ciencia y conocimiento, es praxis, o sea, organización de la sociedad con el fin general y máximo de satisfacer todas las necesidades.

Es un tiempo de madurez para revisar colectivamente  conceptualizaciones ancladas en la “ciudadanía eclesial”. La política en su teoría y en su praxis es liberadora por sí misma a través de sus mediaciones, estrategias y articulaciones, sostenidas en sus pretensiones de bondad y de justicia, por lo que no precisaría de la bendición de cualquier tipo, sino más bien el requerimiento de hombres y mujeres comprometidos en un planteo ético político. La pregunta a las comunidades de fe sobre qué hacer con la política y sus mediaciones es una tarea pendiente y no tan dependiente de las teologías sobre cómo salvar o demonizar a la política, como si a la predisposición a los procesos de debates en este cambio de época.

Esto implica madurar criterios en las luchas por el sentido, que incluye peguntarse también por el sentido de las políticas. El problema no es entender o descubrir qué sentido tienen las políticas. Se trata de disputar ese sentido, no desde una trinchera teológica, sino en el espacio público con las reglas de la democracia y el juego político, que disputa la agenda de las políticas públicas. 

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