Gerardo Sueldo, marchar junto al necesitado y oponerse al poderoso

Monseñor Gerardo Sueldo, fue una figura diferente, no cambió la cultura, pero si comenzó a cautivar a muchos más de los que simplemente iban a comulgar en los templos, se acercó a cuanto necesitado de justicia. Llegó a las madres que pedían justicia para sus hijos, las bautizó con el nombre de Madres del Dolor.

General - Pastoral Social02/09/2022 Ricardo Cárdenas
Aniversario Sueldo

De vez en cuando surge un habitante en los lugares, que se hace preguntas, que lo inquietan las costumbres de los lugares, generalmente es de afuera, ya que los que nacimos y nunca nos fuimos del lugar estamos acostumbrados a esa rutina de que nos hace vivir gran parte del día, asumiendo que nada cambie.

Se ha tomado por natural que la vecina barra la vereda, eso de las 9:30 hs. pues, ya hizo las camas, envió los chicos a la escuela, prendió la tele para “escuchar” mientras desayuna el noticiero, se ha visto que la televisión, si el aparato que recepta la señal, está instalada cercana para de paso poder saber del tiempo en otras ciudades, de cómo cotiza el dólar, y si el cismo que azotó unas islas dejó determinada cantidad de casas destruidas.

Sí, la modorra de entender que la democracia nos conviene a todos, ya, que la desaparición de las revoluciones en el mundo, han dejado de hacer que los civiles golpeen las puertas de los cuarteles, para hacer que los milicos salgan a golpear y así traer la normalización a los pueblos; nos lleva a estar dispuestos a votar cada dos años, y así sentirnos satisfechos por nuestra intervención ciudadana, dejando en “manos de los que saben” esto de determinar cómo se debe vivir en un mundo civilizado.

Hubo un tiempo en que parte de la civilidad “olía” el golpe, en Latinoamérica y especialmente en Argentina, y hoy un sector sigue discutiendo la palabra desaparecido; nos habíamos acostumbrado que la autoridad tenía potestad, hasta para utilizar una regla construida para medir distancias o trazar una línea recta, para golpear un niño en sus manos, si éste no hubiese respondido como corresponde una tarea. Como extensión, se le asignaba a los militares el poder de corregir los errores cometidos por los que habían sido votados para gobernar. En los últimos 30 años eso ha dejado de suceder.

Nuestra sociedad discute el rol de la iglesia católica por nuestros pagos, llegaron en las mismas embarcaciones que los que venían a descubrir que, por aquí, aunque ellos iban a otro lugar, vivía gente. Nos enteramos que los que venían, salvo honrosas excepciones, eran habitantes despreciados en su origen. Solo ellos se habían atrevido a salir de viaje, en una travesía, de la que muchos no esperaban regreso.

Llegaron pues, sacerdotes con la cruz, por esos tiempos, también, los que se decían seguidores de Cristo, solo bendecían al poder de turno.

Alguien dijo por ahí que los mejores terrenos eran elegidos y cedidos para construir los templos, a los que se anexaba la escuela, y algunas haciendas como para cosechar los frutos y criar los animales para poder subsistir en estos lugares abandonados por Dios. Mejor dicho, descubiertos por los que llegaron, según ellos mismos determinaron, he sabido escuchar que sin los venidos de afuera, las cosechas no hubieran sido tales y menos las herramientas, como si en estos pagos las habilidades de los habitantes hubieran sido diferentes: cuánta mentira!.

Mezclado con todo un día apareció por Santiago, un curita, destinado por Roma para ser Obispo de la diócesis, había sido enviado a finalizar con éxito un Congreso Eucarístico, que la Iglesia Católica realiza cada 10 años. Antes de ello en Santiago del Estero, ya se estaban haciendo los arreglos pertinentes para llevarlo a cabo, hay, en esta iglesia de la periferia hombres sacerdotes, que, pegados al pueblo de Dios trabajan siguiendo los pasos de Jesús, convencidos que en las familias se debe sembrar una semilla que germine la esperanza. Son los menos, pero son.

El obispo, ni bien logró su objetivo, habiendo caminado y visto de cerca cómo vive culturalmente el santiagueño, tomó la palabra de los curas de la periferia, y la puso en los micrófonos de la catedral, les comenzó a hablar al poder político y al poder económico, se puso al frente de las manifestaciones y hasta se llegó a comisarías para exigir libertad de alguna persona “chupada” por el poder policial que respondía al poder político, y que respondía al poder económico… algunos curas que la venían peleando medio solos, se pusieron en guardia, y hasta entendieron que se les había quitado protagonismo.

El tono reflexivo de los sermones, del bajito monseñor, retumbaba como “legüero” en los pasillos,  acostumbrados, a que “la iglesia no se meta en política”. Este nuevo habitante, venido de afuera, se organizó, creó una Secretaría de DDHH, para defender los derechos del pueblo, cada reflexión era una afirmación de que el poder estaba siendo mal usado, como idóneo catequista, siempre preguntaba. Y siguió preguntando ¿Qué es lo que le falta al santiagueño para dejar de ser servil, y seguir recibiendo las dádivas del poder enquistado?

Un día, luego de sentir el fracaso de sus mensajes, ya que el pueblo mantuvo en el poder a quienes lo maltrataban, comenzó a preguntar firmemente ¿porqué el santiagueño no se siente digno? Ahora su mensaje, molestó en serio al poder.

Monseñor Gerardo Sueldo, fue una figura diferente, no cambió la cultura, pero si comenzó a cautivar a muchos más de los que simplemente iban a comulgar en los templos, se acercó a cuanto necesitado de justicia. Llegó a las madres que pedían justicia para sus hijos, las bautizó con el nombre de Madres del Dolor,

Ya son 24 años los que pasaron desde su dudosa muerte, en una ruta santiagueña luego de un accidente del que no hubo investigación policíaca y hasta algún medio tildó de irresponsable por conducir a alta velocidad, tampoco la iglesia no pidió esclarecer. A la iglesia que llegó aquí en 1492, no le interesó saber o difundir que pasó con el cura designado obispo para la Diócesis de Santiago del Estero que se enfrentó al poder… “murió la voz de los que no tienen voz…” se escuchó decir… “ Yerita”, como le decían en Catamarca, nos dejó un mensaje… que esperamos, los que lo extrañamos, no se pierda… aquí algunas de sus homilías, del que renunció a la comodidad del centro, para marchar junto al necesitado y oponerse al poderoso en Santiago.

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